EL ROMANTICISMO EN EL ISLAM

EL ROMANTICISMO EN EL ISLAM

EL ROMANTICISMO
EN EL ISLAM

 الرومانسيه في الإسلام باللغة الإسبانية

 

Doctor
Abd Ar-Rahman As-Sheija

Traducción: Imam Vicente M. Mota Mansur
Corrección: Lic. Magnolia Bustos Trujillo

 

 
www.islamland.com

 

Introducción

En el nombre de Al-lah, el Misericordioso, el Clemente. Alabado sea Al-lah, Señor del universo; y que la paz y las bendiciones sean con Muhammad, con su familia y con todos sus Compañeros.
Ya que vamos a hablar sobre el romanticismo islámico, el romanticismo de Muhammad será el tema central de nuestra exposición; aquel que fue el Mensajero de Al-lah y fue enviado a toda la humanidad para enseñarles la ley de Al-lah y para que adoptasen sus modales. Él, pues, es el modelo a seguir para los musulmanes, quienes deben tomar el ejemplo de su Sunna, llevando a la práctica las órdenes de Al-lah –ensalzado sea– cuando dijo: “En el Mensajero de Al-lah hay un bello ejemplo para quienes tienen esperanza en Al-lah, [anhelan ser recompensados] en el Día del Juicio y recuerdan frecuentemente a Al-lah” (sura Los coaligados: 21).
Y dado que él fue un transmisor por parte de Al-lah de ello, no se les escapó a los musulmanes ningún asunto relacionado con su vida –grande o pequeño, particular o general– que no fuese conocido y notorio entre ellos; transmitido de generación a generación, al representar sus palabras, sus actos y sus acciones, preceptos y legislación, con los que el musulmán conoce su religión, misma que lo hace alcanzar el amor de Al-lah, Su complacencia y Su Paraíso. Dice Al-lah –ensalzado sea–: “Di: ‘Si verdaderamente aman a Al-lah, ¡síganme!, que Al-lah los amará y perdonará sus pecados’” (sura La familia de Imran: 31).
    La base del Islam es el amor, aquel que te hace obedecer a tu amado, llevar a cabo Sus órdenes, abstenerte de transgredir Sus prohibiciones y que intentes –en medida de tus capacidades– aproximarte a Él realizando aquello que Él ama y alejándote de todo cuanto Él detesta u odia. El amor más grande y más noble es el amor a Al-lah –ensalzado sea–, y con él se completa la orientación de la actitud del musulmán, se deshace de su egoísmo, se eleva con sus sentimientos y se ensalza. Entonces es cuando entrega amor, misericordia y cariño a las criaturas de Al-lah sin esperar por parte de ellos compensación alguna. Es así como se desprende del amor al egoísmo, basado únicamente en interés y beneficio propio.
    Después, se encuentra el amor al Mensajero –la paz y las bendiciones sean con él –, un amor puro que debe anteponerse al amor a uno mismo, al dinero y a los hijos; un amor que es, en sí mismo, causa de la Guía hacia Al-lah y a Su religión verdadera, aquella que Al-lah ha constituido como salvación del fuego y entrada en el Paraíso para todo aquel que la siga. Por tanto, se merece esta sublime posición y este elevado nivel. Esta es la posición de la servidumbre, el sometimiento y la obediencia a Al-lah. Dice Al-lah –ensalzado sea–: “Diles [¡oh, Muhammad!]: “Si sus padres, hijos, hermanos, cónyuges y familiares, los bienes materiales que hayan adquirido, los negocios que teman perder, y las propiedades que posean y les agraden, son más amados para ustedes que Al-lah, Su Mensajero y la lucha por Su causa, esperen que les sobrevenga el castigo de Al-lah [que pronto llegará]. Al-lah no guía a los corruptos” (sura El arrepentimiento: 24).
    Quien crea que el Islam es una religión severa y rigorista se equivoca. Lo correcto es que el Islam es una religión global, es decir, que no ha dejado elemento –por pequeño o grande que fuese– de la vida del musulmán, ya sea a nivel material o espiritual, sin orientarlo correctamente y disponerlo en el lugar apropiado. El Islam no es únicamente una religión de creencias, de preceptos y de modales, sino que es también es un concepto romántico de la religión en su sentido islámico más amplio, representado en el amor, el cariño, la misericordia, la compasión, las buenas obras, los buenos sentimientos, la elevada moral y el trato sublime con todas las criaturas que viven en torno al ser humano en este mundo. No se trata de un romanticismo limitado a una sola perspectiva representada entre el hombre y la mujer a través de un trato de acción o de palabra. No es propio del romanticismo islámico tener buenos modales con aquella persona que amas y tener malos modales con el resto de personas. Por ello, vamos a mencionar algunas de las cualidades y modales islámicos románticos hasta que quede claro el concepto de amor y romance en el Islam con todo lo que esto implica para el musulmán.


El musulmán romántico

El musulmán romántico es aquel en quien la gente encuentra seguridad total respecto a sus propias personas, sus riquezas y su honor, en base a lo que dijo el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él–: “El verdadero creyente es aquel que no perjudica ni los bienes ni las personas de los demás, ni con sus palabras ni con sus acciones”.
No sólo eso, sino que el musulmán romántico es aquel que ama el bien, hace el bien la gente y se esfuerza para que les llegue, sin esperar por ello compensación alguna, en base a lo que dijo el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él–: “Guárdate de las cosas vedadas y serás la persona que más sirva a Al-lah; complácete con aquello que Al-lah te ha otorgado y serás la persona más rica; trata de la mejor manera a tu vecino y serás un [verdadero] creyente; y ama para la gente aquello que amas para ti mismo y serás un [verdadero] musulmán” (hadiz valorado como bueno por Albani).
    El musulmán romántico es aquel que es justo consigo mismo, con su sociedad e incluso con sus propios enemigos, pues no toma cuentas a una persona por el mal que haya podido realizar otro. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– solía enviar tropas musulmanas a los idólatras, aquellos que los habían maltratado, los habían expulsado de sus hogares o habían contribuido a ello, que asesinaron a sus compañeros y torturaron a quienes siguieron su religión, y les decía: “Partan en el nombre de Al-lah”, [luego citó el hadiz donde dijo] “no maten niños ni mujeres ni ancianos. No resequen pozos ni talen árboles, excepto aquellos que les impidan combatir al enemigo o se interpongan entre ustedes y los idólatras. No se encarnicen con el cadáver de una persona o de un animal, ni traicionen ni se excedan” (transmitido por Albaihaqi).  
    El musulmán romántico es aquel que salvaguarda el medioambiente de su entorno y todos los seres vivos que hay en él y, por ello, no le gusta que esos seres sean maltratados. En una ocasión, el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– pasó junto a un burro que había sido marcado con un hierro ardiente en su cara, entonces dijo: “¿Acaso no saben que yo he maldecido a todo aquel que marque a hierro candente la cara de cualquier animal o lo golpee en ella?” (hadiz valorado como correcto por Albani). El musulmán trata a los animales con dulzura y misericordia. ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con ella– dijo: “El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– solía limpiar el recipiente de la gata para que bebiese de él” (hadiz transmitido por Attabarani).
    Igualmente, el musulmán protege las aves, no las asusta ni las caza sin necesidad. Ibn Mas‘ud –que Al-lah esté complacido con él– dijo: “En una ocasión nos encontrábamos con el Mensajero de Al-lah en uno de sus viajes. Él se apartó para realizar sus necesidades. Entonces, vimos un pájaro cardenal que tenía dos polluelos, y atrapamos los dos polluelos. Luego, vino el pájaro cardenal revoloteando sobre nosotros. Cuando vino el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “¿Quién ha hecho sufrir a este pájaro tomando sus polluelos? Devuélvanle sus polluelos”. En otra ocasión, el Profeta vio un hormiguero que había sido quemado y dijo: “¿Quién ha quemado esto?”. Unos dijeron: “Nosotros”. Entonces él dijo: “No es propio que castigue con el fuego sino el Señor del fuego” (hadiz valorado como correcto por Albani).
    El musulmán romántico salvaguarda los lugares donde la gente se sienta y se reúne, por eso, no hace nada en ellos que impida que la gente aproveche esos lugares, como echar en ellos basura, suciedad o cosas similares, en base a lo que dijo el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él–: “¡Cuídense de dos asuntos que son causa de maldición: hacer las necesidades en los caminos de la gente o en los lugares donde la gente se resguarda del sol” (hadiz valorado como correcto por Albani).
    El musulmán romántico es aquel que quita de en medio todo aquello que pueda ser perjudicial para el resto de las personas, en base a las palabras del Profeta –la paz y las bendiciones sean con él–: “… quitar algo del camino que pueda provocar un daño, es semejante a dar una limosna” (transmitido por Abu Dawud).
    El musulmán romántico protege todo aquello que pueda ser beneficioso para el medioambiente y el ser humano, como los árboles, en base a las palabras del Profeta –la paz y las bendiciones sean con él–: “No cortes árbol que dé frutos ni mates ningún animal del que puedas obtener algún beneficio, y guárdate de hacer mal a cualquier creyente” (transmitido por Abu Dawud).
    El musulmán romántico es aquel que llama a salvaguardar el medioambiente a través de la concientización sobre plantar árboles y mantener zonas verdes, de acuerdo con lo dicho por el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él–: “Si llega la Hora [del Juicio] y tienen en sus manos una planta, el que pueda plantarla antes de que se establezca la Hora, que lo haga” (hadiz valorado como correcto por Albani).
    El musulmán romántico es aquel que protege el agua y no la contamina ni la ensucia. Yabir –que Al-lah esté complacido con él– dijo: “El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– prohibió que una persona orinase en el agua estancada” (transmitido por el Imam Muslim).
El musulmán se afana en proteger el agua y ofrecérsela a todo aquel que la necesite; por ello, no la retiene ni regatea en su precio, siguiendo así las palabras del Profeta –la paz y las bendiciones sean con él–: “Las personas son copropietarios en tres cosas: los pastos, el agua y el fuego (recursos energeticos)” (transmitido por Ibnu Hayar).
    Se esfuerza al máximo para salvaguardar sus fuentes naturales y el desarrollo de sus cauces, para que así las personas, los animales y las plantas se beneficien de ellas. No desperdicia el agua ni la gasta en vano y sin necesidad, ya que el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– en una ocasión pasó junto a alguien que realizaba la ablución y le dijo: “¡¿Qué es ese despilfarro?!”. La persona preguntó: “¿Acaso se considera despilfarro usar mucha agua al realizar la ablución?”. El Profeta le dijo: “Sí, aunque la estés realizando en un río [no desperdicies el agua]” (transmitido por Albani).
Y, ya que se nos ordenó seguir al Mensajero Muhammad –la paz y las bendiciones sean con él– aquel que representa el súmmum del romanticismo en su concepto global y el buen trato con todas las criaturas que lo rodeaban, este seguimiento es un valor de fe en el que cree el musulmán y ansía realizarlo como una praxis real en su vida, con el fin de obtener la complacencia de Dios. Dice Dios –ensalzado sea–: “Di: ‘Si verdaderamente aman a Al-lah, ¡síganme!, que Al-lah los amará y perdonará sus pecados’” (sura La familia de Imran: 31).
 
Esto es el Islam    
Esto es el Islam: amor para todo cuanto Dios ha creado conforme a Sus órdenes. El ser humano, que mantiene vivo su cuerpo a base de comida y bebida, del mismo modo mantiene vivo su espíritu con la religión que eleva su vida al mundo de la virtud y lo aleja del mundo de los bajos instintos y los deseos, educa sus sentimientos y afina sus percepciones. En este pequeño libro trataremos una de las diferentes partes del romanticismo en la vida del Mensajero Muhammad –la paz y las bendiciones sean con él– con sus esposas, pues su misión profética fue una bella iluminación sobre todo el mundo en general, y sobre las mujeres en particular. Él elevó el estatus de la mujer, ensalzó su posición, obligó a que fuese respetada, hizo que dejara de ser tratada con injusticia y advirtió a la gente que no la maltratara. Antes de la llegada del Islam, las mujeres vivían marginadas, tal y como nos lo mostró ‘Umar Ibnu Aljattab, Emir de los creyentes y segundo califa del Mensajero de Al-lah –que Al-lah esté complacido con él– cuando nos dijo: “¡Por Al-lah, en la época preislámica no teníamos en cuenta a la mujer para nada! Hasta que Dios reveló aleyas referentes a ellas y les otorgó lo que quiso” (transmitido por Albujari).
    Cuando llegó el Islam, las directrices que este dispensó para las mujeres fueron claras. El Islam aclaró que la bondad del hombre y la perfección en sus buenos modales se completa con su buen trato para con las mujeres, pues el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “El mejor de ustedes es quien mejor se porta con las mujeres” (hadiz valorado como fidedigno por Albani).
    Así pues, la mujer obtuvo, con el amparo del Islam, un estatus elevado y una posición eminente que ni hombres ni mujeres llegaron a alcanzar en otras sociedades. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– amaba a la mujer como el ser humano que era, pues dijo: “Las cosas que se me han hecho amar de este mundo son las mujeres y los perfumes; y la cosa con la que más dicha siento es con la oración”.
    Ese es el amor que está envuelto por el sentimiento, el cariño y la ternura, pues el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “Aconséjense mutuamente el tratar correctamente a las mujeres” (transmitido por Muslim).
    Ese amor es el que protege los derechos de la mujer para que no los pierda y ordena el buen trato para con ella, honrarla y no humillarla, pues el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “Sólo honra a las mujeres la persona honorable, y sólo las humilla el infame” (transmitido por Assuyuti).
    El Islam ordena al hombre a tratarla con dulzura y a respetarla. El Mensajero de Dios –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “En verdad, el mejor de los creyentes es el que mejores modales tiene y el que trata con más dulzura a su esposa” (transmitido por Attirmidi).
    Ese amor es el que hace que el hombre se entregue a ella, se muestre dulce con ella y responda a sus necesidades. Anas Ibn Malik dijo: “En una ocasión, una mujer que tenía una debilidad mental dijo: ‘¡Mensajero de Al-lah!, necesito algo de ti’. Él le respondió: ‘Dime en qué parte del camino deseas que nos detengamos para que me informes de tu necesidad y así poder ayudarte’. Entonces, se detuvieron a un lado del camino hasta que ella obtuvo lo que necesitaba” (transmitido por Muslim).
Igualmente, el Islam ordena ayudarla, hacerse cargo de ella y de su educación, y que se garantice la satisfacción sus necesidades. Dijo el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él–: “Aquel que se encargue de mantener a dos o tres niñas, o dos o tres hermanas hasta que se casen o mueran, estará junto a mí en el Paraíso, tal como estos dos [dedos] –e hizo un gesto con sus dedos índice y medio– independientemente del color de su piel, su raza, su tribu, su origen, su riqueza o su pobreza” (hadiz valorado como fidedigno por Albani). Abu Hurairah –que Al-lah esté complacido con él– dijo: “Había una mujer negra que se encargaba de limpiar la mezquita. En una ocasión, el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– preguntó por ella pasados unos días. Alguien le dijo: ‘Ha muerto’. Entonces él dijo: ‘¡Ojalá me hubiesen informado!’. Entonces, se dirigió a su tumba y realizó la oración fúnebre para ella” (transmitido por Ibn Mayah).
    El Islam dispuso a la mujer en su debido lugar, aquel del que había sido antes destituida. El Islam la hizo igual al hombre en todo, excepto en algunos preceptos legales, como la herencia, el testimonio y otros aspectos fundamentados. También hizo de la mujer parte del hombre y su complemento, pues el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “En verdad, las mujeres son parte de los hombres” (transmitido por Abu Dawud).
    Es más, el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– la consideró como el mejor don de Al-lah en este mundo, pues dijo: “Este mundo está lleno de goces, y el mejor goce en este mundo es una mujer virtuosa” (transmitido por Muslim).
    E hizo de ella, igualmente, la llave de la felicidad y el seno de la intimidad en este mundo, pues el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “Hay cuatro cosas que forman parte de la felicidad: una mujer piadosa, una casa amplia, un vecino piadoso y una buena montura” (transmitido por Almundiri).
    También hizo de la mujer la mitad que complementa la otra mitad de la religión del hombre, es decir, la mujer piadosa, aquella que es la causa de la correcta orientación de su marido, ordenándole que practique los nobles modales y prohibiéndole la palabrería, pues el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “Cuando el siervo se casa, habrá completado la mitad de su religión. Por ello, que tema a Dios con respecto a la otra mitad” (transmitido por Albaihaqi).
    Del mismo modo en que el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– amó a la mujer como ser humano, también la amó como madre y, por ello, ordenó que fuese respetada, exigió tratarla con piedad, ayudarla y encargarse de ella, e hizo que estas cosas fuesen causas que permitiesen la entrada en el Paraíso, pues dijo: “El Paraíso se encuentra bajo los pies de las madres”.
    También la antepuso al hombre –en este caso, al padre– en cuanto al respeto y el mantenimiento del vínculo familiar. Esta fue la orden que el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– dio a un hombre que le preguntó: “¡Mensajero de Al-lah! ¿Quién de entre las personas tiene más derecho sobre mí para que le dispense mi mejor compañía?”. El Profeta respondió: “Tu madre”. El hombre preguntó: “¿Y luego quién?”. El Profeta volvió a responder: “Tu madre”. El hombre volvió a preguntar: “¿Y luego quién?”. El Profeta respondió: “Tu madre”. El hombre preguntó de nuevo: “¿Y luego quién?”. A lo que el Profeta respondió: “Luego tu padre” (transmitido por Albujari).
    Y así como el Mensajero –la paz y las bendiciones sean con él– amó a la mujer como madre, también la amó como mujer y declaró su amor cuando, en una ocasión, le dijo a ‘Amru Ibn Al‘as cuando le preguntó quién era la persona que él más amaba. El Profeta le dijo: “‘Aishah”. “Yo le pregunté otra vez: ‘¿Y de entre los hombres, a quién?’. Él respondió: ‘A su padre’. Yo volví a preguntar: ‘¿Y luego, a quién?’. Él respondió: ‘A ‘Umar’, y citó nombres de otros hombres. Entonces, no quise preguntarle más por miedo a que me citase a mí de entre los últimos a quienes amaba” (transmitido a Albujari).
    Así también, el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– amó a la mujer como hija. ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con ella– dijo: “No he llegado a ver a alguien más parecido al Mensajero de Al-lah en su manera de proceder, en su manera de señalar, en su manera de andar, en su manera de levantarse y de sentarse, que Fátima, la hija del Profeta. Cuando venía a ver al Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– se levantaba, la besaba y la sentaba a su lado. Y cuando él iba a visitarla, ella era quien se levantaba de su sitio, lo besaba y lo hacía sentarse en su sitio” (transmitido por Attirmidi).
        Este exquisito trato que el Profeta tenía con todos –y especialmente con las mujeres– era producto de esa directriz divina que ordena la dulzura, la delicadeza, la compasión y el respeto hacia las mujeres, pues Al-lah –ensalzado sea– dijo: “… traten amablemente a las mujeres en la convivencia. Y si algo de ellas les llegara a disgustar [sean tolerantes], puede ser que les desagrade algo en lo que Dios ha puesto un bien para ustedes” (sura Las mujeres: 19).
Dijo Ibn Kazir en su exégesis: “Esta aleya significa: Diríjanse a ellas con buenas palabras, y embellezcan sus acciones y su aspecto tanto como puedan, del mismo modo que a ustedes les gusta que ellas lo hagan; así, trátenlas con equidad, tal y como dijo Al-lah –ensalzado sea–: “Ellas tienen tanto derecho al buen trato como la obligación de tratar bien a sus maridos” (sura La vaca: 228).
Este sublime trato hacia la mujer es el resultado de la creencia que tiene el musulmán, no porque que tenga miedo a algún sistema que pueda castigarlo si no lo lleva a cabo. Los compañeros del Mensajero de Dios –la paz y las bendiciones sean con él– se apresuraban en llevar a la práctica este método y estas directrices divinas. Ibn ‘Abbas –el gran erudito de esta comunidad– dijo: “Yo me acicalo para mi mujer del mismo modo en que ella lo hace para mí. Y no me gusta exigirle todo derecho que tengo sobre ella, pues ello supondría –automáticamente– el que ella me exigiese todos los deberes que yo tengo para con ella; pues Al-lah –ensalzado sea– ha dicho: “Ellas tienen tanto derecho al buen trato como la obligación de tratar bien a sus maridos”.

Consejo de un padre musulmán a su hijo en el día de su boda
La armonía del romanticismo, las buenas relaciones, la bondad y la tolerancia mutua es el método que el verdadero musulmán sigue, aplica, practica en su actuar y promueve, en cumplimiento de los mandatos de Al-lah. El Imam Ahmad Ibn Hanbal, que Al-lah lo tenga en Su misericordia, aconsejó a su hijo el día en que se casó, enseñándole los derechos de su esposa sobre él, diciéndole: “¡Hijo mío! No obtendrás la felicidad en tu hogar sino con diez cualidades que debes conceder a tu esposa. ¡Obsérvalas y esfuérzate en practicarlas!”.
La primera y la segunda:    
    Las mujeres aman a quien las mima y aman que se las diga que se las quiere. Por ello, no seas avaro con tu mujer en ello; pues, si eres avaro, crearás un velo de sequedad entre tú y ella y menguará el amor mutuo.
La tercera:
    Las mujeres detestan al hombre rudo y enérgico, y se aprovechan del hombre débil y muy condescendiente. Por ello, dispón cada una de estas cualidades en su lugar conveniente, pues ello atrae más el amor y la tranquilidad.
La cuarta:
    Las mujeres aman de sus maridos aquello que sus maridos aman de ellas: las buenas palabras, un aspecto bello, ropas limpias y buenos perfumes. Sé, pues, así en todas las situaciones.
La quinta:
    El hogar es dominio de la mujer y en él ocupa su trono siendo la señora de su casa. Ten cuidado, pues, en destruir este dominio en el que ella vive y ten cuidado de destronarla, pues si lo haces, le quitarías su dominio; y no hay rey que tenga peor enemigo que aquel que le ha arrebatado su dominio, aunque –aparentemente– le muestre lo contrario.
La sexta:    
    La mujer ama ganarse a su marido y no perder a su familia. Por tanto, no debes tratar de competir con su familia de manera que ella tenga que elegir entre tú y ellos. Si te elije a ti sobre su familia, tendrá que lidiar con el resentimiento en su vida diaria.

La séptima:
    La mujer fue creada a partir de una costilla torcida, y en ello se encuentra el secreto de la belleza y el secreto de la atracción que ejerce. Esto no es ningún defecto, pues como dice el dicho: “La ceja es bella por su curvatura”. Por tanto, si ella se equivoca no debes recriminarla con rudeza, intentando enderezar lo encorvado, porque podrías romperla; y romperla significa divorciarte de ella. Si se equivoca, no dejes que persista en su error y aumente así su curvatura y ya no quiera ceder después, porque entonces no será dulce contigo ni te escuchará. Debes ser equilibrado y no irte ni a un extremo ni a otro.
La octava:
    Las mujeres tienen la tendencia a olvidar todo lo bueno que han recibido. Si la has tratado toda la vida de la mejor manera y luego haces algo malo una vez, te dirá: “Nunca te vi hacer el bien”. Pero que esta actitud suya no te lleve a detestarla y a huir de ella; pues si dicha actitud no te agrada, seguramente te agradará de ella otras cosas.
La novena:
    La mujer pasa por estados de debilidad física y cansancio emocional; y Al-lah –glorificado y ensalzado sea– ha hecho que quede exenta de realizar un conjunto de obligaciones en estos casos, como el hecho de exonerarla completamente de realizar la oración y de permitirle posponer su ayuno hasta que vuelva a recuperar la salud y su estado de ánimo se normalice. Sé, pues, considerado con ella cuando se encuentre en estos periodos; así como Al-lah –glorificado y ensalzado sea– la ha exonerado de sus obligaciones, no seas demasiado exigente con ella en tus solicitudes y tus demandas.
La décima:
    Has de saber que la mujer está bajo tu cuidado. Por ello, ten misericordia con ella y no tengas en cuenta sus debilidades, pues será tu mejor don y tu mejor compañía.

Consejo de una madre musulmana para su hija en el día de su boda

Del mismo modo en que los hombres abordan el tema del romanticismo islámico, las mujeres musulmanas también lo abordan en procura de lograr la buena convivencia con sus maridos y tratarlos con buenas maneras. Cuando ‘Amru Ibn Hayar, rey de Kindah, pidió la mano de Umm Iyas, hija de ‘Auf Ibn ‘Ilm Ash-Shaibani, y llegó el día de su boda, su madre la aconsejó explicándole las bases de una vida matrimonial feliz y aquellas obligaciones que ella tenía para con su marido. Su madre le dijo: “¡Hija mía! Si un consejo no se diese por buenos modales, no te lo daría. Sin embargo, los consejos se dan para recordar al despistado y para que sirvan de ayuda al inteligente. Si la mujer no necesitase marido sus padres serían las personas más felices debido a la necesidad que tienen de ella. Pero las mujeres han sido creadas para los hombres y los hombres han sido creados para las mujeres.
    ¡Hija mía!, has dejado el hogar donde has crecido y has dejado tras de ti la vida donde te has criado para irte a un nido que no conoces y con una persona con la que no has convivido. Y ahora él será responsable de ti y tu protector. Sé, pues, para él como una sierva y él será para ti tu sirviente apresurado en obedecerte. Y mantén para él diez virtudes, que serán para ti un tesoro:
La primera y la segunda:
Sométete a él con alegría, y préstale atención y sé obediente.
La tercera y la cuarta:
Ten en cuenta aquello que pueda mirar u oler. Por ello, que no vea de ti nunca nada malo y que siempre sienta de ti un buen aroma.
La quinta y la sexta:
Ten en cuenta el tiempo de su descanso y de su comida, pues el hambre hace que la persona se irrite facilemente e interrumpir el sueño produce el enfado.
La séptima y la octava:
Guardar su dinero y encargarse de él y de su familia. Guardar bien el dinero significa manejarlo correctamente; y guardar bien a la familia significa tratarlos correctamente.
La novena y la décima:
No lo desobedezcas ni desveles ninguno de sus secretos, pues si lo contravienes causarás su ira; y si desvelas uno de sus secretos, no estarás a salvo de su traición. Además, ten cuidado de no alegrarte cuando se encuentre afligido y de no mostrarte triste ante él cuando él esté feliz.

    A través de todo lo expuesto se nos muestra la elevada posición y el estatus sublime que le ha sido otorgado a la mujer bajo la sombra del romanticismo islámico. En ello hay argumentos para refutar a quien dice que el Islam ha tratado injustamente a la mujer. ¡¿Cómo puede tratarla injustamente o revocar su derecho quien la ama y ha basado sus ordenadas directrices para ocuparse de ella?! Esto es algo que, querido lector, se te aclarará a través de esta pequeña obra en la que se hablará de la dimensión romántica en la vida de aquel que fue una misericordia para la humanidad, es decir, la vida de Muhammad Ibn ‘Abdul-lah –la paz y las bendiciones sean con él– a través de su trato con su familia. Pues aun siendo un transmisor de una religión y un dirigente de una comunidad, ello no lo hizo olvidar sus responsabilidades para con su familia, cuando resumió esas responsabilidades en unas pocas palabras que portan excelsos significados y que, además, hizo de ellas un consejo para toda su comunidad: “El mejor de ustedes es el mejor se porta con su familia; y yo soy, de entre ustedes, quien mejor se porta con su familia” (transmitido por Albujari).
    La bondad que pueda haber en un hombre se mide por el buen trato para con su familia y su buena convivencia con ella. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– fue la mejor persona de entre los seres humanos y fue el súmmum de la perfección humana en cuanto a la misericordia, el amor y el buen trato hacia toda la gente, y especialmente hacia su familia. Esto se evidencia en lo que ocurrió con sus mujeres cuando fue revelada la aleya de “la elección”: ellas le habían pedido al Profeta una pensión alimenticia que superaba sus medios; pero [luego de la revelación de esta aleya] lo eligieron a él y rechazaron la vida mundana y sus adornos, complaciéndose con él y con aquello que él eligió para sí mismo, y conformándose con lo suficiente. ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con ella– dijo: “Cuando se le fue ordenado al Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– dirigirse a sus esposas para que eligiesen [entre la vida mundanal y la otra], empezó por mí. Me dijo: ‘Te voy a decir una cosa; y está bien si no decides algo hasta consultar a tus padres’. Yo sabía que mis padres no iban a ordenarme separarme de él. Luego, el Profeta me dijo: ‘Al-lah –Poderoso y Majestuoso– ha dicho: “¡Oh, Profeta!, diles a tus esposas: ‘Si prefieren la vida mundanal y sus placeres transitorios, vengan que les daré la parte de los bienes materiales que les corresponden y acordaremos un divorcio decoroso. Pero si prefieren a Al-lah y a Su Mensajero, y la morada que les aguarda en la otra vida, Al-lah tiene una magnífica recompensa para quienes de ustedes hagan el bien’” (sura Los coaligados: 28-29). Yo dije: ‘¿En esto voy a pedir el consejo de mis padres? Yo deseo a Al-lah, a su Mensajero y la morada postrera’. Luego, el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– hizo lo mismo con el resto de sus esposas” (transmitido por Muslim).
    Si esto indica algo, es el amor que estas mujeres sentían por él, su complacencia y su aferramiento a él, dado sus excelentes modales, su buena convivencia con ellas, y su amor y ternura para con todas ellas; tenían la certeza de que no encontrarían alguien semejante a él. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– tuvo nueve mujeres que vivieron en bajo su techo una vida feliz y sin preocupaciones.
    La escritora italiana L. Veccia Vaglieri dijo en su libro En defensa del Islam, donde defendió al Profeta contra aquellos que lo acusan de que era un hombre movido sólo por el deseo sexual: “Durante toda la juventud de Muhammad –la paz y las bendiciones sean con él–, momento en el cual el deseo sexual es más fuerte, y a pesar de que vivió en una sociedad como la árabe [preislámica] donde el matrimonio, como institución social, era inexistente o casi inexistente, y donde la poligamia era la regla general y el divorcio se realizaba de un modo extremadamente fácil, no se casó con ninguna mujer más que con Jadiyah –que Al-lah esté complacido con ella– quien era mucho mayor que él, y él fue, durante veinticinco años, su esposo sincero y amoroso. El Profeta no volvió a casarse sino después de la muerte de Jadiyah y cuando él ya había alcanzado los cincuenta años de edad. Tras cada matrimonio que Muhammad contrajo con alguna de sus esposas –y no hubo otro motivo– había una causa social o política, ya que su intención era honrar a las mujeres piadosas o –a través de las mujeres con las que se casó– instaurar relaciones familiares con algunas familias y tribus diversas, buscando con ello abrir una nueva vía para expandir el Islam, donde ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con ella– fue una excepción. Muhammad –la paz y las bendiciones sean con él– se casó con nueve mujeres y ninguna era ni virgen ni joven ni hermosa. ¿Se puede decir, por tanto, que Muhammad era un hombre movido por sus bajos instintos? Muhammad fue un hombre, no un dios; el deseo de tener un hijo fue también la causa que lo empujó a casarse de nuevo, pues los hijos que engendró con Jadiyah –que Al-lah esté complacido con ella– murieron. Tampoco tenía Muhammad muchos recursos como para sobrellevar las responsabilidades una familia grande. Sin embargo, él siempre se comprometió a brindarles un trato igualitario a todas ellas, y nunca hizo ningún tipo de diferenciación entre ninguna de ellas. Muhammad actuó conforme al proceder de los antiguos profetas –la paz sea con ellos–, como Moisés y otros, mismos que no enfrentaron ninguna oposición –según parece– ante sus matrimonios múltiples. ¿Acaso puede basarse esta opinión en nuestra ignorancia respecto a los pormenores de sus vidas diarias, siendo que conocemos absolutamente todo de la vida familiar de Muhammad –la paz y las bendiciones sean con él–?
Muhammad fue la más grande personalidad conocida en la historia, tal y como lo testifican aquellas personas acertadas no musulmanas y aquellos que profundizaron en el estudio de su vida y obra, y observaron el nivel de alcance que tuvo su mensaje, su expansión y su influencia. Dice el refrán: “La verdad es aquello que atestiguan tus propios enemigos”. El escritor Michael Hart dijo en su libro Los 100, un ranking de las personas más influyentes en la historia:
“Mi elección de Muhammad como el número uno en la lista de las personalidades más influyentes en la historia de la humanidad, puede sorprender a algunos lectores y puede ser cuestionada por otros. Pero, sin duda alguna, él fue el único hombre en la historia que fue verdaderamente exitoso en ambos niveles: tanto el religioso como el secular”.
Esto es algo que se observa en nuestro alrededor a partir de la rápida expansión de su mensaje y del esfuerzo de sus seguidores por aferrarse a su ley, quienes sacrificaron todo a fin de transmitir su tradición (Sunnah). ¡Cuántos son los que entran en su religión y qué pocos aquellos que la abandonan! Cuando la verdad penetra en las profundidades del corazón y se mezcla con el espíritu se convierte en su administradora. Bilal el abisinio, por ejemplo, cuando entró en el Islam, fue torturado con el látigo, se le puso pedruscos sobre su pecho y fue arrastrado por el rostro sobre la ardiente tierra de Meca para que, así, renegase de su religión. Sin embargo, por mucho que se lo torturó, lo único que aumentó dicho castigo fue su apego y su perseverancia en su religión, sin dejar de repetir aquellas eternas palabras que representaban una punzada en los pechos de los asociadores: “¡Uno! ¡Uno!”.
Sa‘d Ibn Abi Waqqas era un hombre conocido por ser muy piadoso con su madre. Cuando él entró en el Islam, su madre le dijo tratando de obligarlo a abandonar el Islam: “No voy a comer ni a beber hasta morir y cuando lo haga serás blanco del escarnio público. La gente te dirá: ‘¡Eh, tú! ¡El que mató a su madre!”. Él le dijo: “¡Madre! ¡No hagas eso! Pues te digo que no dejaré mi religión por nada del mundo”. Dijo Sa‘d: “Mi madre pasó un día sin comer y, al día siguiente, estaba muy mal físicamente. Luego, pasó otro día entero sin comer y, al día siguiente, amaneció mucho peor. Cuando vi su estado, dije: “¡Madre! Por Dios te digo, que si tuvieses cien vidas y perdieses una tras otra [en este estado], nunca dejaría mi religión por nada del mundo. Así pues, si quieres come; y si no quieres, no comas”. Entonces, cuando su madre vio su posición, dejó lo que estaba haciendo y comenzó a comer.

El trato del Mensajero Muhammad hacia sus esposas

El generoso Mensajero y la recreación con su familia

        El Islam instruye al musulmán sobre la necesidad de otorgar al ser humano su derecho al reposo permitido dentro de un marco legal, para que así se aleje del aburrimiento y pueda continuar su camino hacia Dios –Poderoso y Majestuoso– con seriedad y energía, tal y como dijo el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él–: “Den reposo a sus corazones de vez en cuando” (transmitido por Assajawi).

        Sin embargo, ello está condicionado a que la parte de la diversión y el descanso no se imponga sobre otras partes y así la vida del musulmán se convierta en un juego inútil donde el siervo olvide para qué ha sido creado. Los compañeros del Mensajero –que Al-lah esté complacido con ellos– pensaban, cuando recién abrazaron el Islam, que era una religión seria que no reconocía el descanso, la diversión ni el juego permitido. Handalah Ibn Hadim Alhanafi dijo: “En una ocasión, me encontré con Abu Bakr que me preguntó: ‘¿Cómo estás?’. Yo le dije: ‘Me siento como un hipócrita’. Abu Bakr dijo: ‘¡Glorificado sea Al-lah! ¿Pero qué dices?’. Yo le dije: ‘Cuando estamos con el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– y nos recuerda el Infierno y el Paraíso, parece que los vemos con nuestros propios ojos; pero cuando salimos de la casa del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– tenemos que luchar con las cosas de nuestras mujeres, nuestros hijos y nuestros asuntos, y nos olvidamos de muchas cosas’. Abu Bakr me dijo: ‘¡Por Al-lah te digo que a mí me ocurre lo mismo!’. Entonces, Abu Bakr y yo nos dirigimos a la casa del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– y, al verlo, le dije: ‘¡Mensajero de Al-lah, Handalah es un hipócrita!’. El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: ‘¿Y eso?’. Yo le dije: ‘¡Mensajero de Al-lah! Cuando estamos contigo y nos recuerdas el Infierno y el Paraíso, es como si los viésemos con nuestros propios ojos; pero cuando nos enfrentamos a los asuntos de nuestras mujeres, nuestros hijos y nuestras cosas, olvidamos mucho’. El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: ‘¡Por aquel que tiene mi alma en Su mano les digo que, si permaneciesen en ese estado cuando están junto a mí y en el recuerdo de Al-lah, los mismos ángeles les darían la mano en sus lechos y en sus calles! Pero, Handalah, un tiempo [para una cosa] y otro tiempo [para otra]’, y lo dijo tres veces” (transmitido por Muslim).

        Este pensamiento cambió cuando el Islam hizo que el musulmán recibiese recompensa y retribución por el hecho de jugar con la familia y el provocar la intimidad y la alegría en ellos. Y no hay nada de qué sorprenderse, pues el Islam es una religión integral que abarca el cuerpo, el espíritu, el alma y el intelecto. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “Todo aquello que no sea el recordar a Al-lah es distracción y juego, excepto cuando el hombre yace con su mujer, cuando adiestra su caballo, cuando compite y cuando aprende a nadar” (transmitido por Assuyuti).

        Igualmente, este pensamiento cambió cuando la gente vio la actitud del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– respecto a estas cosas. Yabir Ibn Samarah dijo: “El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– no se levantaba del lugar donde había realizado la oración –ya fuese al amanecer o por la mañana– hasta que el sol hubiese aparecido por el horizonte. Entonces, se levantaba y hablaba con sus compañeros sobre asuntos relacionados con sus vidas pasadas –en la época preislámica–; ellos se reían y él se sonreía” (transmitido por Muslim).

        No sólo esto, sino que además el Islam es exigente respecto a la obligación de conceder al alma su derecho de divertirse y de descansar. Esto es lo que dijo el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– a ‘Abdul-lah Ibn ‘Umar: “¡‘Abdul-lah! ¿Es verdad, como se me ha dicho, que ayunas por la mañana y pasas la noche en vela rezando?”. Él contestó: “Sí”. El Profeta le dijo: “No lo hagas. Ayuna unos días y otros no, y levántate para rezar y duerme; pues tu cuerpo tiene derecho sobre ti en descansar, y tu mujer y aquel que te visita tienen derecho sobre ti” (transmitido por Albujari).

El generoso Mensajero se divertía con su familia
    El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– se esforzaba por divertirse con su familia para así colmar el ambiente familiar con la intimidad y la alegría. Por ello, aprovechaba todo momento oportuno para provocar el regocijo y deshacerse del tedio y el aburrimiento. ‘Aishah, esposa del Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “En una ocasión, un grupo de abisinios entraron en la mezquita y comenzaron a danzar. Entonces, el Profeta me dijo: ‘¡Humaira! ¿Quieres verlos?’. Yo contesté: ‘Sí’. Entonces, él se puso frente a la puerta y yo me coloqué a su lado. Luego, coloqué mi barbilla en su hombro, acercando mi rostro a su mejilla…Él me dijo: ‘Ya está’. Yo le dije: ‘¡No, espera un poco, Mensajero de Al-lah!’, y siguió conmigo. Luego me dijo: ‘Ya está’. Yo volvía a decirle: ‘¡No, espera un poco más, Mensajero de Al-lah!’. Y yo, realmente, no tenía interés por ver a los abisinios, sino que quería que las mujeres supiesen el amor que yo tenía por él y el amor que él tenía por mí”.

El generoso Mensajero pasaba por alto las cosas por la felicidad de su familia:
    El Señor de Muhammad lo educó de la mejor manera. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él–, de manera natural, nunca hacía algo que pudiera incomodar a alguien, prefería ignorar y por alto algunas cosas que algunos miembros de su familia pudiesen hacer, especialmente cuando era algo que no contravenía la ley islámica. Hacía esto para no herir los sentimientos de sus esposas o avergonzarlas. ‘Aishah, esposa del Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– cuenta que Abu Bakr –su padre– entró en una ocasión en su casa y había dos sirvientas en los días de Mina, que cantaban y tocaban unos panderos. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– estaba cubierto con su ropa. Al entrar Abu Bakr, éste reprendió a las sirvientas. Entonces, el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– se descubrió el rostro y le dijo: “Déjalas Abu Bakr, pues estos días son de fiesta”; y, aquellos días, eran los días de Mina. ‘Aishah dijo: “Vi al Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– cómo me cubría mientras yo miraba a los abisinios cuando danzaban en la mezquita. ‘Umar vino y los increpó. Entonces, el Profeta le dijo: ‘Déjalos, ‘Umar. Tranquilos abisinios, no se preocupen’” (transmitido por Albujari).

El generoso Mensajero buscaba la felicidad de su familia:
    Uno de los signos del amor, la concordia amistosa y la estabilidad sentimental, es el hecho de intentar buscar todo aquello que haga al corazón de aquella persona que se ama, sentir la felicidad. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– se afanaba siempre por obtener aquello que trajera felicidad a su familia, buscando lo que a ellos les gustaba. ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con ella– relató que, en una ocasión, se encontraba jugando con sus muñecas junto con sus amigas que habían venido a visitarla. Las amigas se sentían cohibidas por la presencia del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él–. ‘Aishah dijo: “El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– me pasaba los muñecos uno a uno (para que mis amigas se sientan más cómodas)” (transmitido por Muslim).

El generoso Mensajero bromeaba con sus esposas:

    Del mismo modo en que las directrices islámicas son aptas para el espíritu y el cuerpo, también lo son para la mente, haciendo que experimente la alegría y la felicidad. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– no era negligente en este aspecto y le otorgaba su merecida importancia. Él bromeaba con sus compañeros y con su familia, pero siempre decía la verdad. Es sabido que el ser humano gusta de las bromas para alejar de sí el tedio y el aburrimiento, y esto es permitido con la condición de que esté ajustado a parámetros legales, sin mentir ni maltratar a nadie. ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con ella– dijo: “En una ocasión, el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– volvió a casa tras haber enterrado a alguien en el cementerio de Albaqi’. Él me encontró con un poco de fiebre, mientras yo me lamentaba diciendo: ‘¡Ay, mi cabeza!’. Él dijo: ‘Más bien soy yo ‘Aishah quien debería decir: ¡Ay, mi cabeza! ¿Acaso no te duele pensar que, si murieses, yo tendría que lavarte, ponerte la mortaja, rezarte la oración fúnebre y enterrarte?’. Yo le dije en broma: ‘Por Al-lah, más bien creo que si me llego a morir, volverías a mi casa para vivir con alguna de tus esposas’. Entonces el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– se sonrió. Tras ello, comenzó a sentir aquel dolor del que después murió” (hadiz valorado como bueno por Albani).

El generoso Mensajero paseaba junto a sus esposas:

    La vida del Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– está llena de momentos en los que descansaba. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– solía salir con sus esposas y pasear con ellas, y el hecho de que tuviese la tarea de transmitir el mensaje y dirigir la comunidad no le impedía tener en cuenta esta parte humana. Cuando el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– salía de viaje, elegía al azar entre sus esposas quién de ellas lo acompañaría. En una ocasión, le tocó a ‘Aishah y a Hafsah, y ambas lo acompañaron en el viaje. Cuando era de noche, el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– iba con ‘Aishah y hablaba con ella…” (transmitido por Muslim).

El Mensajero de Al-lah se reía de los chistes que le contaba su familia:
    La risa es algo natural en el ser humano y tiene una parte reconocida en la enseñanza islámica. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “Sonreír al encontrarte con tu hermano es como si ofrecieras una caridad (sadaqah)” (transmitido por Attirmidi). Es así como nuestra religión enseña al musulmán que tiene que ser una persona simpática y no antipática o de rostro fruncido que aborrecen aquellos que lo rodean. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– solía reír y hacer a los demás reír para evitar el aburrimiento de quienes se encontraban con él, creando así una atmósfera de intimidad y alegría. ‘Aishah, la madre de los creyentes, describió en varios hadices cómo el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– hacía bromas y se sonreía cuando le hacían una a él (transmitido por Albujari).

El Mensajero de Al-lah incentivaba la diversión entre sus esposas:

    El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– fue aquel que dijo: “No menosprecies nada de las buenas acciones, aunque se trate de recibir a tu hermano con una gran sonrisa”. Era propio del Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– pasarlo bien con sus compañeros y bromear con ellos. Sus esposas, igualmente, disfrutaban de una parte de su intimidad, su cariño y sus bromas. ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con ella– dijo: “En una ocasión vine al Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– con unas albóndigas que había cocinado para él. Yo le dije a Saudah, encontrándose el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– entre nosotros: ‘Come’, pero ella no quiso. Yo volvía a decirle: ‘Come o te mancharé la cara’, pero ella se negó. Entonces, yo cogí algunas albóndigas y se las restregué por su cara. Entonces, el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– se rio. Luego, puso su muslo para ayudar a Saudah y le dijo: ‘Embadurna su cara’, y así hizo ella con mi cara. Y el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– volvió a reírse otra vez…” (hadiz valorado como bueno por Albani).

El Mensajero de Al-lah compartía la felicidad con su familia:

    Por su sabiduría, el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– trataba e interactuaba con las personas de la forma más adecuada tomando en cuenta las características que poseían, a condición de que ello no contraviniese la ley de Al-lah. ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con ella– dijo: “Cuando el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él– volvió de la batalla de Tabuk (o Jaibar) había dispuesto una cortina en la puerta de su casa. Al soplar el viento, la cortina se corrió por una parte en la que se encontraban los muñecos de ‘Aishah. El Profeta preguntó: ‘¿Qué es esto ‘Aishah?’. Ella respondió: ‘Son mis muñecos. Entre ellos hay un caballo alado de retales’. El Profeta dijo: ‘¿Qué es eso que veo en medio de ellos?’. Ella respondió: ‘Un caballo’. Él preguntó: ‘¿Y qué lleva encima?’. Ella respondió: ‘Dos alas’. El Profeta dijo: ‘¿Un caballo alado?’. Ella dijo: ‘¿Es que acaso no sabes que el Profeta Salomón tenía caballos alados?’. Entonces el Profeta se sonrió hasta que vi sus dientes” (transmitido por Abu Dawud).

El Mensajero de Al-lah hacía feliz a su familia con su entusiasmo:

    Hacer feliz y contenta a la familia es una prueba de la bondad del hombre hacia ellos. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– siempre se esforzaba por brindar bienestar y la felicidad a su familia. ‘Aishah, la madre de los creyentes, dijo: “El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– se encontraba sentado, cuando escuchamos un alboroto y la voz de un niño. Entonces, el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– se levantó y encontró a una mujer abisinia cantando y unos niños que la rodeaban. El Profeta dijo: ‘¡Aishah! Ven y mira’. Yo fui y coloqué mi mentón sobre el hombro del Mensajero de Al-lah, y comencé a observarla desde allí. El Profeta me dijo después: ‘¿Has tenido suficiente? ¿Has tenido suficiente?’. Yo le dije: ‘No’, para ver su reacción. Entonces, apareció ‘Umar y la gente que estaba allí se apartó de la mujer. El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: ‘En verdad, veo cómo los demonios de entre los genios y las personas huyen al ver a ‘Umar’. Entonces, yo me fui” (transmitido por Attirmidi).


La cordialidad y el compañerismo del Mensajero de Al-lah con sus esposas:

    El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– tenía como costumbre generar un ambiente de compañerismo y confianza con sus esposas, pues sabía la gran influencia que ello tenía en aumentar la unión, reforzar los lazos de amor y limar algunas asperezas que suelen darse entre las personas como resultado de la convivencia diaria. Safiyah Bint Huiai, esposa del Mensajero –la paz y las bendiciones sean con él– dijo que, en una ocasión, ella fue a ver al Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– para visitarlo cuando se encontraba realizando el retiro en la mezquita durante los últimos diez días del mes de Ramadán. Ella pasó un rato con él hablando. Cuando ella se movía, él se movía con ella, y así llegaron hasta la puerta de la mezquita junto a Umm Salamah…” (transmitido por Albujari).

El aspecto sentimental del Mensajero de Al-lah para con su familia

    El Islam tiene en cuenta las dimensiones humanas con las que Al-lah configuró a las personas. Entre ellas tenemos la dimensión sentimental entre el hombre y la mujer. El Islam tiene en cuenta el deseo sexual como un impulso necesario que debe ser saciado y no reprimido, pero elevándolo para que no sea únicamente una pasión temporal y una atracción animal. El Islam ha hecho que ese deseo se satisfaga a través del matrimonio, mismo que mantiene la pureza, la castidad y otorga el sosiego del alma, la estabilidad sentimental y garantiza los derechos de ambas partes. Dice Al-lah –ensalzado sea–: “Entre Sus signos está haber creado cónyuges de entre ustedes para que encuentren sosiego, y dispuso entre ustedes amor y misericordia. En ello hay signos para quienes reflexionan” (sura Los bizantinos: 21).
        Es por esta razón que el Islam ordena a sus seguidores contraer matrimonio rápidamente y en cuanto se pueda y se tengan los medios, y ha explicado el porqué de ello. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “¡Jóvenes! Quien de ustedes tenga medios, que se case, pues es más recatado para la mirada y una protección para la castidad; y quien no pueda, que ayune, pues el ayuno es una protección para él” (transmitido por Muslim).
        El Islam ha advertido contra el monacato, el apartarse de la gente, la soltería y el alejarse de la vida mundana. Anas Ibn Malik –que Al-lah esté complacido con él– dijo que llegaron tres hombres a la casa del Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– preguntando sobre sus obras en privado; y una vez que se les informó, aquello les pareció insuficiente y entonces dijeron: “No estamos en condiciones de compararnos con el Profeta, ya que todas sus faltas le fueron perdonadas, tanto las pasadas como las futuras”. Uno de ellos dijo luego: “Lo que haré será levantarme durante la noche a rezar por el resto de mi vida”. El segundo dijo: “Yo ayunaré durante el día por el resto de mis días”. El tercero dijo: “Yo voy a evitar relacionarme con las mujeres y no me casaré jamás”. Cuando estas palabras llegaron al Profeta –la paz y las bendiciones sean con él–, él dijo: “¿Fueron ustedes quienes han dicho tal y tal cosa? Yo hago la oración y duermo; ayuno a veces y otras no; y me caso con las mujeres. Por ello, quien se quiera desentender de mi sunna (ejemplo) no es de los míos” (transmitido por Muslim).
        El Islam elevó la importancia del aspecto sentimental entre el hombre y la mujer e hizo de él un acto de adoración a Al-lah, por medio del cual el musulmán es recompensado del mismo modo que cuando realiza otras obras de bien. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “… Y en las relaciones íntimas [con su esposa] también hay una caridad (sadaqah)”. Algunos preguntaron: “¡Mensajero de Al-lah! ¿Acaso si alguno de nosotros satisface su deseo [sexual] obtendrá una recompensa por ello?”. El Profeta dijo: “¿Acaso si lo hiciese de forma ilícita no obtendría una falta? Pues del mismo modo, si lo hace de forma lícita obtiene por ello una recompensa” (transmitido por Muslim).

        El Islam ha incentivado este aspecto debido a su gran importancia en la vida del musulmán, para que a través de su satisfacción encuentre la estabilidad de su alma y la tranquilidad emocional; así, lleva a cabo su adoración encontrándose relajado consigo mismo y con la mente libre de tensiones. En este sentido, el Islam ha permitido la mentira –cosa que no ha hecho respecto a otros asuntos– en aquello que tiene relación con la revelación de los sentimientos entre el esposo y la esposa, en favorecer la continuidad de la vida conyugal y el reforzamiento de sus lazos. Umm Kulzum, hija de ‘Uqbah –que Al-lah esté complacido con ella– escuchó al Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– que dio permiso para mentir un poco en tres cosas: “Cuando se desea intervenir para arreglar un problema; en la planeación de una estrategia militar; y cuando el hombre halaga a su esposa y cuando la mujer halaga a su esposo” (hadiz valorado como fidedigno por Albani).
    Analizaremos algunas partes de la vida del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– y sus esposas con respecto al aspecto sentimental:

El Mensajero de Al-lah nunca traicionó a sus esposas:

        El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– fue un ejemplo a seguir en su castidad respecto a aquellas acciones que son propias del musulmán cuando el demonio le susurra en su ego para que cometa un acto deshonesto. Yabir Ibn ‘Abdul-lah –que Al-lah esté complacido con él– narró que el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– vio a una mujer y luego acudió a casa de Zainab para satisfacer su deseo. Cuando acabó, dijo: “En verdad, en ocasiones, cuando aparece una mujer [seductora], aparece en forma de demonio (es decir, que el demonio la engalana para que quien la mire caiga en sus redes). Por ello, si alguno de vosotros ve a una mujer que le guste, que acuda a su esposa, pues ella tiene lo mismo que la otra” (transmitido por Attirmidi).


El Mensajero de Al-lah anhelaba a sus esposas:

        Cuando una persona tiene prisa por encontrarse con su familia al regresar de un viaje, es prueba del amor y el anhelo que siente por ella. En esto, igualmente, hay una serie de beneficios evidentes, como la tranquilidad del alma y la estabilidad emocional. Por ello, la directriz del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él – quedó clara respecto a este asunto cuando dijo: “El viaje es una porción del tormento, donde cada uno de vosotros está privado de sueño, de comida y de bebida. Por ello, cuando alguno de vosotros concluya su viaje, que se dé prisa por encontrarse con su familia” (transmitido por Albujari).


El Mensajero de Al-lah y su renovación del afecto y el amor a su familia:

        Los regalos son algo que toda persona aprecia, y aumentan su valor cuando provienen de alguien a quien la persona ama. Por ello, las directrices del Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– fueron claras al respecto cuando dijo: “Háganse regalos unos a otros, pues ello aleja el rencor que pueda existir en el corazón; y que ninguna vecina desprecie [el regalo] de su vecina, aunque se trate de un hueso de oveja con poca carne” (transmitido por Ibn Hayar).
        Para que ese amor sea renovado y haga desaparecer aquello que haya podido quedarse guardado en el pecho producto de algún conflicto en la vida conyugal, el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– aconsejó que las personas se hicieran regalos unos a otros, cuando dijo: “Cuando uno de ustedes retorne de un viaje, que acuda a su familia con un regalo” (transmitido por Ibn Hibban).

El Mensajero de Al-lah y el resguardo de su castidad:
        El proteger el cuerpo y salvaguardar la castidad es una prueba de una personalidad equilibrada. El demonio siempre se esmera por desviar esta personalidad y llevarla por los caminos de la lujuria, pues el destino del ser humano ha sido determinado y la parte del adulterio que inevitablemente va a alcanzar: los ojos cometen adulterio cuando miran lo indebido; los oídos cometen adulterio cuando escuchan lo indebido; la lengua comete adulterio cuando habla lo indebido; la mano comete adulterio cuando toca lo prohibido; las piernas cometen adulterio cuando caminan hacia lo prohibido; el corazón que ambiciona y desea, y los órganos sexuales confirma eso o lo desmienten, tal y como lo informó el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él–. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– fue el modelo a seguir en este sentido. ‘Aishah cuenta que cuando las creyentes emigraron para reunirse con el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– él las examinó con la aleya siguiente: “¡Profeta! Cuando las creyentes vengan a ti para jurarte obediencia…” (hasta el final de la aleya); ‘Aishah dijo: “Aquella de las creyentes que confirmaba la aleya, estaba confirmando el examen. Cuando las mujeres asentían con su palabra (ya que los hombres lo hacían dando su mano al Profeta), el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– les decía: ‘¡Pueden retirarse, pues he confirmado su pacto!’. No. Por Al-lah que la mano del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– nunca tocó la mano de otra mujer – excepto en aquello que Al-lah ordenó (el matrimonio)– ni le dio la mano a ninguna mujer. Él les solía decir cuando hacían el pacto: “He tomado de ustedes el pacto de palabra” (transmitido por Ibn Mayah).

El Mensajero de Al-lah y su confianza en sus esposas:

No hay persona que ostente un rango y una posición, ya sea social, política o religiosa, y que no tenga enemigos. Entonces, ¿cómo no iba a tenerlos el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él–, siendo que reunió todo ello? Cuando los hipócritas extendieron y expandieron por Medina la historia de “la ignominia”, el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– quedó marcado tremendamente, sobre todo por el retraso de la revelación que recibía. Entonces, dijo sobre el púlpito: “¡Musulmanes! ¿Quién podrá ayudarme contra un hombre que me ha perjudicado difamando a mi esposa? Pues, por Al-lah les digo que sólo conozco el bien de mi familia…” (transmitido por Albujari).

El Mensajero de Al-lah manifestaba su amor a sus esposas:

        El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– no encontraba impedimento en manifestar su amor a su familia; es más, ello contaba como parte de los buenos modales y la buena convivencia, especialmente cuando fue enviado en una sociedad “ignorante” que no veía ningún papel en la mujer. ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con ella– dijo: “Cuando era recordada Jadiyah, esposa del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– yo sentía celos. Entonces, un día, le dije: ‘¡Cuánto recuerdas a esa anciana!’. Un día lo provoqué diciéndole en tono burlesco: ‘¡¿Jadiyah?!’, a lo que el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: ‘Al-lah me agració con su amor’” (transmitido por Muslim).

El Mensajero de Al-lah y la limpieza en la convivencia conyugal:
        Las directrices islámicas indican que Al-lah –Poderoso y Majestuoso– es Bello y ama la belleza; que es Generoso y ama la generosidad; que es Limpio y ama la limpieza, tal y como nos informó de ello el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él–. Por ello, ordenó al musulmán estar lo más guapo y lo más presentable posible ante toda la gente, especialmente con la familia. Por ello, el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– ordenó que se tuviese en cuenta esta dimensión, reforzando este aspecto en el momento en que se siente deseos de mantener una relación sexual, cuando dijo: “Cuando uno de ustedes quiera mantener una relación sexual con su esposa, y luego quiera volverlo a hacer, que se lave” (transmitido por Muslim). Y en otra versión del hadiz dijo: “… Ello es más puro, más limpio y mejor” (transmitido por Abu Dawud).

El Mensajero de Al-lah valoraba los sentimientos de su esposa cuando mantenía una relación sexual:

        La relación sexual es un acto que comparten dos personas. Por ello, entre ambos debe existir armonía y convergencia para alcanzar ese objetivo legítimo que es la castidad y la procreación para poblar la tierra. En el Islam, la directriz legal respecto a este asunto está clara, pues el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– desaconsejó que se iniciase el coito sin un juego sexual previo, cuando dijo: “No tengan relaciones íntimas con sus esposas hasta que ellas no sientan algo de deseo sexual, y así no queden insatisfechas”. Alguien preguntó: “¿Y cómo consigo eso?”. Él respondió –la paz y las bendiciones sean con él–: “La besas, la tocas y la acaricias. Y cuando veas que ella siente el deseo igual que tú, entonces ten la relación íntima con ella” .
        El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– recalcó mucho esta dimensión y ordenó que fuese atendida y que cada uno se esforzara por hacer sentir a su esposa lo mismo que él había sentido de placer y gozo. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “Cuando uno de ustedes tenga relaciones íntimas con su esposa, que cumpla con ella; y si él obtiene el placer antes que ella, que no la presione para que ella quede satisfecha rápidamente” (transmitido por Alhaizami).

El Mensajero de Al-lah intercambiaba expresiones de amor con sus esposas:
        El verdadero amor es aquel que acompaña a la persona en todos sus estados y que, por lo tanto, no cambia cuando las circunstancias o los tiempos cambian. Ese fue el caso del Mensajero –la paz y las bendiciones sean con él– y su familia, tal y como dijo ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con ella–: “El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– mantenía relaciones sexuales conmigo (sin penetración) cuando yo me encontraba con la menstruación; y solía sacar su cabeza de la mezquita –cuando se encontraba en el retiro– y yo se la lavaba, teniendo yo la menstruación”.

 El Mensajero de Al-lah no desvelaba los secretos de sus esposas:
    La convivencia conyugal y sus asuntos íntimos son un secreto que la ley islámica salvaguarda estrictamente y prohíbe desvelar, especialmente aquellos secretos que hacen al oyente “revivir” los momentos de la acción a través de lo que oye y la descripción que se le hace, pues esto ocasiona que se esfume la vergüenza, se pierda el decoro y se abra la puerta para extender la deshonestidad. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “De las peores personas ante Al-lah el Día del Juicio, será un hombre que se acostaba con su mujer y después contaba a la gente lo que hacía con ella” (transmitido por Muslim).
    
 El Mensajero de Al-lah era cariñoso con sus esposas:
        El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– poseía nobles sentimientos, era sensible, y se dirigía a sus esposas con palabras que expresaban su amor y su ternura, llamando a cada una de ellas con aquellos nombres con los que les gustaban ser llamadas. El Profeta llamaba a ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con ella– “Humaira” o “Aish”. El Profeta se esforzaba por demostrar su cariño usando los diminutivos de sus nombres, para hacerles ver el amor que su corazón guardaba en su interior.

 El Mensajero de Al-lah y la proximidad con sus esposas:
        Incluso en momentos de excusa legal con su familia, el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– se sentaba con ellas, comía con ellas, bebía con ellas y mantenía relaciones con ellas –sin llegar a la penetración– para, así, satisfacer sus sentimientos y para aclarar el dictamen legal en asuntos semejantes a este, respecto a lo que le está permitido al hombre con su mujer y qué es lo más propio para su estado y su período. ‘Aishah, madre de los creyentes, dijo: “El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– solía rezar de noche y yo me encontraba junto a él, cuando tenía la menstruación. Yo tenía una falda sobre mí que caía un poco de la misma a su lado” (transmitido por Muslim).

 El Mensajero de Al-lah tenía en cuenta los sentimientos y emociones de sus esposas:

        La necesidad que la mujer tiene del hombre y este de la mujer es un asunto de esencia primigenia y continua, y no es algo temporal como ocurre con otras criaturas, que en un tiempo determinado se consuma el aparejamiento y después cada uno marcha por su lado. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– nunca abandonaba a sus esposas cuando ellas tenían la excusa legal, sino que pernoctaba con ellas, y él disfrutaba de ellas y ellas disfrutaban de él, sin llegar al coito. ‘Aishah, madre de los creyentes –que Al-lah esté complacido con ella– dijo: “El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– solía mantener relaciones sexuales conmigo en un solo ropaje mientras yo tenía la menstruación. Pues él era el mejor de ustedes en controlar su deseo” (transmitido por Albaihaqi).

 El Mensajero de Al-lah mantenía vivos los sentimientos con sus esposas:

        Todas las acciones del Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– fueron directrices para su comunidad y aclaración de preceptos jurídicos con las que podían poner en práctica su vida religiosa. El comportamiento del Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– con sus esposas cuando ellas se encontraban con la menstruación y su forma de mantener intimidad con ellas bajo esas circunstancias, fueron indicaciones legales con las que se dejó en claro la pureza del cuerpo de la mujer, del lugar donde se ella se encuentra y la permisión de dormir con ella bajo un mismo manto, así como otros preceptos que pueden extraerse a través de sus actos. ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con ella– dijo: “El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– solía sentarse en mi habitación para recitar el Corán cuando yo me encontraba con la menstruación” (transmitido por Muslim).

 El Mensajero de Al-lah se lavaba junto con sus mujeres:

        El Profeta Muhammad –la paz y las bendiciones sean con él– siempre se esforzaba por hacer feliz a su familia en todo momento, incluso luego de haber concluido una relación íntima con alguna de ellas, cuando, por general, el hombre se siente agotado, apático y se torna frío. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– solía bañarse con su esposa; es más, solía bromear con ella mientras se bañaba. ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con ella– relató: “Yo y el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– solíamos bañarnos valiéndonos de un mismo recipiente de agua. Y yo me adelantaba para sacar agua primero y él se me adelantaba para sacarla antes, y me decía bromeando: ‘Déjame a mí’, y yo le decía: ‘Déjame a mí’” (transmitido por Annasai).  

 El Mensajero de Al-lah besaba a sus esposas:
        Avivar los sentimientos es suficiente como para que la vida conyugal se mantenga –con el permiso de Dios– así como afrontar todos aquellos altibajos por los que pueda atravesar. Con sencillas acciones y palabras obtienes el amor de tu esposa y satisfaces sus necesidades afectivas, siendo esta la causa de la estabilidad emocional. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– siempre tenía en cuenta estos sencillos aspectos y no era negligente en ellos. ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con ella– dijo: “En una ocasión, el Profeta se acercó a mí para besarme y yo le dije: ‘Estoy ayunando’. Y él me dijo: ‘Y yo también’, y me besó” (transmitido por Ibn Hazm).

El mensajero de Al-lah y su trato humanitario hacia sus esposas

        El Profeta Muhammad –la paz y las bendiciones sean con él– era un ser humano como el resto de las personas, que fue favorecido con la profecía y ennoblecido con la transmisión del mensaje, y que fue enviado a todo el mundo para liberar a la humanidad de la adoración a los ídolos y guiarlos hacia la adoración al Señor de la humanidad y para hacerles llegar la ley de Dios. Ese es el favor que Al-lah ofrece a quien Él quiere de entre Sus siervos, tal y como dijo en el Corán: “Diles: “Yo no soy más que un hombre a quien se le ha revelado que solo deben adorar a Dios, su única divinidad. Quien anhele encontrarse con su Señor [y que Él esté complacido], que realice obras piadosas y que no adore a nadie más que a Él” (sura La caverna: 110).
        El Profeta no ostentó ninguna particularidad divina, pues no conocía lo oculto, ni podía beneficiar ni perjudicar ni dirigir el universo. Dice Al-lah –ensalzado sea– de él: “Diles [oh, Muhammad]: ‘No poseo ningún poder para beneficiarme ni perjudicarme a mí mismo, salvo lo que Dios quiera. Si tuviera conocimiento de lo oculto tendría abundantes bienes materiales y no me alcanzaría nunca un mal. Yo solo soy un amonestador y albriciador para la gente que cree” (sura Los lugares elevados:188).
        A pesar de su excelencia, su valor elevado, su alta posición y el haber sido ennoblecido con el Mensaje, siempre rechazó que se exagerase sobre su persona o que se le dispusiera en un rango que no fuese el de la servidumbre a Dios, aquella que Dios mismo eligió para él y con la cual lo ennobleció. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “No exageren conmigo tal y como lo hacen los cristianos con el hijo de María, pues yo soy sólo Su siervo. Así pues, digan: ‘[Él] es el siervo de Dios y Su Mensajero’” (transmitido por Albujari).
        Las particularidades del Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– fueron humanas y le sucedían las mismas cosas que le podían suceder al resto de las personas, por ello, no fue un inmortal en este mundo. Dice Al-lah –ensalzado sea– sobre él: “Muhammad es un Mensajero a quien precedieron otros. ¿Si muriera o le dieran muerte, volverían al paganismo? Quien regrese al paganismo no perjudica a Dios. Dios retribuirá generosamente a los agradecidos” (sura La familia de ‘Imran: 144).
        Igualmente, él sufría las mismas cosas que sufría el resto de las personas, por ello se enfermaba y se sentía mal, y buscaba la cura. ‘Abdul-lah Ibn Mas‘ud dijo: “Entré en la casa del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– cuando se encontraba abatido. Yo le dije: ‘¡Mensajero de Al-lah! Estás padeciendo un gran abatimiento. Él me respondió: ‘Sí, sufro abatimiento tal y como pueden sufrirlo dos hombres de vosotros’. Yo dije: ‘¿Eso es porque obtendrás doble recompensa?’. Él respondió: ‘Sí, así es. No hay musulmán que sufra algún mal –sea que se trate de una espina o algo más grave– sin que con ello Al-lah borre sus faltas, del mismo modo en que caen las hojas de los árboles’” (transmitido por Albujari).
        Así también, había cosas que le agradaban y otras que le desagradaban. ‘Umar Ibn Aljattab dijo: “En una ocasión, un hombre vino al Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– y le pidió algo. Entonces, el Profeta le dijo: ‘No tengo nada para darte, pero pide un préstamo en nuestro nombre y, cuando tengamos para darte, lo pagaremos por tí. ‘Umar Ibn Aljattab dijo: ‘¡Mensajero de Al-lah! ¡Por ti cambiaría a mi padre y a mi madre! Al-lah no te ha exigido esto. Si tienes algo puedes ofrecerlo; y si no lo tienes, entonces uno no debe exigirse algo que esté por encima de sus posibilidades’. Entonces, el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– se disgustó por las palabras de ‘Umar. Cuando se enfadaba, se sabía por la expresión de su rostro. Una persona de entre los compañeros de Medina (ansar) dijo: ‘¡Por ti cambiaría a mi padre y a mi madre! Da y no temas escasez’. Entonces, el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– se sonrió y dijo: ‘Así mismo me Lo ha ordenado’” (transmitido por Attabari).
        El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– también se alegraba y se entristecía. Cuando su hijo Ibrahim murió, el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– lloró. El que lo consolaba –Abu Bakr o ‘Umar– le dijo: “Tú eres, en verdad, el mejor de aquellos que glorifican a Al-lah de la forma que Le corresponde”. A lo que el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– respondió: “Los ojos lloran y el corazón se entristece, pero no decimos aquello que no complazca al Señor. Si no fuese que sabemos que la muerte es algo inevitable, y que los últimos seguirán a los primeros, te hubiésemos llorado más, ¡oh, Ibrahim!; y por cierto que estamos tristes [por tu pérdida]” (transmitido por Ibn Mayah).
        El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– lloraba y reía. Usamah Ibn Zaid dijo: “Un nieto del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– murió, entonces la madre mandó alguien a él para que le avisase y acudiese a ella. Entonces, él le mandó a alguien que le dijese lo siguiente: ‘A Al-lah pertenece lo que ha tomado y a Él pertenece lo que ha dado. Todo, para Él, está determinado por un plazo establecido. Sé paciente, pues, y espera la recompensa’. Entonces, ella envió a alguien que hiciese hincapié en que acudiese. El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– se levantó y con él fuimos Mu‘ad Ibn Yabal, Ubai Ibn Ka‘b, ‘Ubadah Ibn Assamit y yo. Cuando entramos en casa de la mujer, dieron el niño al Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– y su espíritu se revolvió en su pecho. Entonces, el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– se puso a llorar. ‘Ubadah Ibn Assamit le dijo: ‘¿Qué es eso Mensajero de Al-lah?’. Él respondió: ‘Es la misericordia que Dios ha depositado en los seres humanos. Y Al-lah únicamente tiene misericordia con aquellos de Sus siervos que tienen misericordia con los demás’” (transmitido por Ibn Mayah).
        El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– sentía felicidad y dolor. Ya‘far Ibn Abi Talib narró en el relato de su vuelta de la tierra de Abisinia lo siguiente: “…. Salimos hasta llegar a Medina. Allí nos recibió el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– y me abrazó, diciéndome: ‘¡No sé si sentí más felicidad con la conquista de Jaibar o ahora con tu llegada, Ya‘far!’” (transmitido por Ibn Hayar).
        El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– se equivocaba y se olvidaba. En una ocasión, se despistó en su oración y se le hizo saber. ‘Abdul-lah Ibn ‘Umar narró: “En una ocasión, el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– hizo en la oración del atardecer dos unidades de oración (raka‘ah). Entonces, Dulyadain le dijo: ‘¡Mensajero de Al-lah! ¿Te has olvidado en algo o has acortado la oración?’. Él respondió: ‘Ni me he olvidado ni la he acortado’. Dulyadain dijo: ‘Has realizado dos unidades de oración’. Entonces, el Profeta vino a la gente y dijo: ‘¿Es así, tal y como dice Dulyadain?’. La gente respondió: ‘Sí’. Entonces el Profeta dijo ‘Al-lahu akbar’, y realizó las dos postraciones de la equivocación” (transmitido por Ibn Hayar).
        El Profeta no era infalible en sus transacciones ni en sus opiniones como ser humano, pues podía acertar o errar. Sin embargo, fue infalible respecto a aquello que transmitió de su Señor con respecto a la revelación. En una ocasión, el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– pasó junto a unas palmeras y vio a unas personas que fecundaban las palmeras. El Profeta preguntó: “¿Qué hace esta gente?”. Le dijeron: “Toman de las palmeras masculinas y lo ponen en las femeninas”. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “No creo que esto sirva de algo”. Cuando la gente supo de sus palabras, dejaron de hacer lo que estaban realizando y se bajaron de las palmeras. Cuando el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– escuchó lo que habían hecho, dijo: “Sólo era una opinión mía. Si sirve de algo, háganlo. Yo sólo soy un ser humano como ustedes. Y la opinión a veces puede ser errónea o acertada. Sin embargo, cuando yo les diga ‘Al-lah dice’ es verdad, pues yo nunca mentiré respecto a Al-lah” (transmitido por Muslim).
        El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– siempre fue un ser humano en su trato con la gente, como cuando dijo: “¡Oh Al-lah! En verdad, Muhammad es un ser humano y se enfada como se enfadan las personas. Y yo tomé un pacto contigo que no romperé. Por ello, a cualquier creyente al que haga daño, insulte o maltrate, haz que ese acto mío sea para él una expiación y una obra con la que se acerque a Ti el día del Levantamiento” (transmitido por Muslim).
        También fue un ser humano en las diferentes sentencias que dictaminó a favor o en contra de la gente, cuando dijo: “En verdad, yo soy un ser humano. Ustedes vienen a mí en un litigio y, tal vez, algunos de ustedes puede que sea más elocuente en su argumento que otros. Y, en consecuencia, yo dicte para él conforme a lo que he escuchado. Por ello, aquel a quien dicte una sentencia tomando algo del derecho de su hermano, que sepa que le estoy dando una porción del Infierno” (transmitido por Albujari).
        Del mismo modo, fue un ser humano en su vida social, casándose e incitando a la gente a tener descendencia; tal y como hicieron los profetas que le precedieron. Dice Al-lah –ensalzado sea: “He enviado otros Mensajeros antes de ti, y les concedí esposas e hijos. Ningún Mensajero podría presentar un milagro salvo con el permiso de Dios. Cada asunto está registrado en un Libro” (sura El trueno: 38).

        Analizaremos aquí una dimensión de su trato humano hacia sus esposas:
El Mensajero de Al-lah y su esmero por proteger a sus esposas:
        El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– se esforzaba por proteger a sus esposas de todo aquel que quisiera manchar su dignidad, menospreciar su nobleza o ensuciar su reputación. Era celoso con ellas; sin embargo, sus celos eran moderados, sin exceso ni defecto, sino con moderación y equilibrio. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “En verdad, hay celos que Al-lah –Poderoso y Majestuoso– ama y otros que detesta. En cuanto a los celos que Él ama, son los celos que aparecen en situaciones [evidentemente] sospechosas; y en cuanto a los celos que detesta, son aquellos que aparecen en situaciones donde no hay justificativo para las sospechas” (transmitido por Annasai).

El Mensajero de Al-lah era indulgente frente a los errores de sus esposas:
        Los celos son algo natural del ser humano. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– los aceptaba de sus esposas con paciencia y trataba el resultado de los mismos con sabiduría y delicadeza. Anas Ibn Malik –que Al-lah esté complacido con él– dijo: “El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– se encontraba en una ocasión con algunas de sus esposas. Una de entre las madres de los creyentes mandó una bandeja con comida. Entonces, una mujer golpeó la mano del sirviente que portaba la bandeja, que se cayó y se rompió. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– reunió los trozos de la bandeja y comenzó a recoger la comida que había en la bandeja y dijo: “Vuestra madre ha tenido celos”. Después, hizo que el sirviente se quedase hasta que viniese con una bandeja que tenía en su casa. Luego, mandó una bandeja buena a la mujer que se le había roto y se quedó con la rota en la casa de aquella que la rompió” (transmitido por Albujari).

El Mensajero de Al-lah cumplía su palabra con sus esposas:
        Cumplir con la palabra, sostener una promesa y no hacer un mal gesto ante una buena acción, son cualidades que indican los fundamentos de la persona y su buen carácter. Cuando el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– recordaba a Jadiyah, la honraba y lo hacía de la mejor manera. ‘Aishah dijo: “Yo tuve celos un día y le dije: ‘¿Por qué te acuerdas tanto de aquella anciana, siendo que Al-lah te dio a otra mejor que ella?’. El Profeta dijo: ‘Al-lah no me ha dado a alguien mejor que ella: ella creyó en mí cuando la gente me negó; me consideró veraz cuando la gente me desmintió; ella me ayudó con su dinero cuando la gente me lo negó; y Al-lah me proveyó con ella hijos varones y no con otras mujeres’”.

El Mensajero de Al-lah y su delicado trato hacia sus esposas:
        En toda la vida del Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– tanto antes como después de su designación como Profeta, nunca se supo de él que levantase la mano a una mujer, ni extraña ni mucho menos de su familia. Como es sabido, no hay hogar donde no existan problemas, y los hogares del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– tampoco fueron una excepción. A pesar de ello, él nunca golpeó a ninguna de sus esposas ni les dijo nunca palabras malsonantes. ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con ella– dijo: “El Mensajero de Al-lah nunca llegó a pegar ni a insultar a ninguna mujer. ¿Cómo iba a hacer algo así? Incluso el día que su gente le rompió uno de sus dientes y lo hirieron en la frente y brotaba la sangre de su rostro, y alguien le dijo: ‘¡Mensajero de Al-lah! ¡Invoca a Al-lah contra ellos!’; pero el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: ‘En verdad, Al-lah no me envió ni injuriador ni maldecidor, sino que me envió como predicador y como una misericordia. ¡Oh Al-lah! Guía a mi gente, pues no saben’” (transmitido por Albaihaqi).

El Mensajero de Al-lah y su compasión hacia sus esposas:
        El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– se casó con nueve mujeres, por unas causas y motivos concretos. Entre estas causas estaba su misericordia, su compasión y su buen trato con todo aquel que creyó en él y lo siguió y sufrió, a causa de esto, mucha persecución y la expulsión. Fue por ello que se casó con Saudah Bint Zam‘ah –que Al-lah esté complacido con ella–, quien tenía cincuenta y cinco años de edad mientras que el Profeta tenía cincuenta. La gente de Meca se sorprendió con ese matrimonio, pues ella –que Al-lah esté complacido con ella– no era una mujer bella ni era deseada por los hombres y, además, tenía cinco hijos; fue un matrimonio movido por la pura humanidad. El Profeta se casó con ella por piedad con su situación, por compasión y para dignificarla, así como para tranquilizarla tras haber regresado de su migración a Abisinia y la muerte de su esposo. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– quiso divorciarla después de haber convivido un tiempo con ella, como misericordia con ella y para no cargarla con aquello que no podía soportar de los asuntos conyugales y responsabilidades. Cuando ella supo que el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– quería divorciarla, le dijo: “¡No te divorcies de mí! ¡Quédate conmigo! Si quieres, el día que me toque estar contigo, quédate con ‘Aishah”. El Profeta accedió a su petición y entonces fue revelada la siguiente aleya: “… no hay inconveniente en que se reconcilien, pues la reconciliación es mejor”, en respuesta al deseo de ella de ser resucitada como esposa del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él (transmitido por Attirmidi).

El Mensajero de Al-lah y su misericordia hacia las mujeres:
        En una ocasión, el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– entró en la mezquita y vio una cuerda atada entre dos pilares. Él preguntó: “¿Qué es esta cuerda?”. Le dijeron: “Es de Zainab. Cuando realiza la oración y se cansa, se agarra a ella”. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “¡Quitadla! Que cada uno de vosotros haga la oración según sus fuerzas. Y si se cansa, que se siente” (Annasai).
        El Islam es una religión divina, por lo tanto, el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– no quería que su familia hiciese más de lo que podía soportar en los actos de culto, para que ello no tuviese repercusión en otros asuntos de sus vidas. En cierta ocasión, el Profeta le dijo a uno de sus compañeros que estaba sumido en los actos de culto y había dejado todos los disfrutes permitidos de este mundo: “Tienes derecho a dormir, tu cuerpo tiene derecho a descansar, tu mujer tiene derecho sobre ti, tu huésped tiene derecho sobre ti y tu amigo tiene derecho sobre ti”.

El Mensajero de Al-lah siempre buscaba complacer a sus esposas:
        El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– era la persona más delicada con la gente y, especialmente, con sus esposas. A veces, tenía que escuchar las malas palabras de su familia dirigidas a él, pero él hacía como si nada y recibía su ofensa siendo paciente y benevolente con los errores que podían surgir de ellas, siempre que no contraviniesen la ley. Siempre recibía estas cosas con una sonrisa que portaba el amor, la tolerancia y la sutileza. Imagina el grado de su delicadeza –la paz y las bendiciones sean con él– con sus esposas cuando, en una ocasión, ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con ella– le alzó la voz cuando estaban hablando. Abu Bakr, padre de ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con él– la escuchó. Cuando entró, la cogió para azotarla y le dijo: “¿Acaso no te he escuchado alzar la voz al Mensajero de Al-lah?”. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– se lo impidió y Abu Bakr salió enfadado de la casa. Al salir Abu Bakr, el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– dijo a ‘Aishah: “¿Has visto cómo te he librado de tu padre?”. Tras ello, Abu Bakr pasó unos días sin ver al Profeta. Luego, Abu Bakr vino a casa del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– y le pidió permiso para entrar. Cuando entró, vio que ambos se habían reconciliado, y les dijo: “Me han introducido en su paz del mismo modo que me introdujeron en su enfrentamiento”. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– le dijo: “Lo hemos hecho… Lo hemos hecho…” (transmitido por Abu Dawud).

El Mensajero de Al-lah facilitaba las cosas a sus esposas:
        “Han sido enviados para facilitar las cosas y no para hacerlas difíciles”. Estas son palabras del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– y su método a la hora de tratar con la gente: facilidad, delicadeza y dulzura. ‘Aishah, la madre de los creyentes – que Al-lah esté complacido con ella–, dijo: “En una ocasión se me regaló a mí y a Hafsah comida, cuando nos encontrábamos ayunando (un ayuno voluntario). Una le dijo a la otra: “¿Quieres romper el ayuno?”. La otra respondió: “Sí”. Y, así, lo rompieron. Después, entró en casa el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– y ‘Aishah le dijo: “¡Mensajero de Al-lah! Se nos ha regalado esto y nos entró ganas de comerlo. Así que hemos roto el ayuno”. Él dijo: “No pasa nada. Ayunen otro día [por este que han roto] en su lugar” (transmitido por Muslim).

El Mensajero de Al-lah y su delicadeza a la hora de tratar con sus esposas:
        La mejor comida es aquella que das con tu propia mano y con la que alimentas, y el sorbo de agua que das de beber con tu propia mano a tu familia. Todo esto no se consideran únicamente acciones con el fin de obtener sus corazones, un indicio del buen trato con ellos y un signo de tu amor para con ellos; sino que, también, se trata de una caridad por la que Al-lah te recompensará. A través de este lazo entre lo religioso y lo mundano se mantiene el calor de los sentimientos, prevalece la armonía y la familia disfruta de la tranquilidad y el sosiego. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– dijo a Sa‘d Ibn Abi Waqas: “Por todo aquello que gastas, buscando con ello la complacencia de Al-lah, serás recompensado; hasta por el trozo de comida que llevas a la boca de tu mujer” (transmitido por Albujari).

 El Mensajero de Al-lah nunca se impacientaba con sus esposas:

        Tener en cuenta los sentimientos de una persona es una prueba de la pureza del ego y la bondad del alma. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– tenía en cuenta los sentimientos de su familia y no le molestaba lo más mínimo aquello que hacían involuntariamente. ‘Ammar Ibn Yasir –que Al-lah esté complacido con él– dijo: “El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– hizo un alto con sus tropas. Con ellos iba ‘Aishah, su esposa, a quien se le rompió un collar de perlas de Difar, y retuvo a la gente buscando su collar, hasta que llegó la aurora sin que la gente tuviese agua. Abu Bakr se enfadó con ella y le dijo: “¡Has retenido a la gente y no tienen agua!”. Entonces, Al-lah –Poderoso y Majestuoso– reveló la aleya de la licencia de la ablución seca con tierra. Entonces, los musulmanes se pusieron en marcha junto con el Mensajero de Al-lah y golpearon con sus manos la tierra y alzaron sus manos sin quitarse nada de la tierra. Y entonces, pasaron sus manos por sus rostros y sus brazos hasta los codos, con las palmas de sus manos hasta las muñecas (hadiz valorado como fidedigno por Albani).
 
 El Mensajero de Al-lah y su exquisito trato romántico con sus esposas:
        Intercambiar rosas entre los amantes es un signo de delicadeza, sutileza y una expresión de la emoción del alma de la persona y de sus sentimientos de amor, valor, reconocimiento de las buenas cualidades y el favor de aquel a quien se le ofrece el regalo. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– recomendaba esto, lo llevaba a cabo y ordenaba que se aceptasen estos gestos, cuando dijo: “A quien se le ofrezca perfume que no lo rechace, pues es ligero y de dulce aroma” (transmitido por Muslim).

 El Mensajero de Al-lah se ponía guapo, se arreglaba y se aseaba para sus mujeres:
        El buen aspecto y el buen perfume son cosas agradables para la gente, los corazones se sienten a gusto con ello y es confirmado a simple vista. ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con ella– dijo: “Es como si viese el unto de perfume en el cabello del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– cuando iba en estado de Ihram (consagración)”. Y en otra transmisión dijo: “Vi el unto de almizcle en la raya del pelo del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él–” (transmitido por Annasai).
        Cuando ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con ella– fue preguntada sobre qué era lo primero que hacía el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– cuando entraba en su casa, ella dijo: “Cuando entraba en casa lo primero que hacía era utilizar el siwak para los dientes” (hadiz valorado como fidedigno por Albani).
        Esta era la forma de ser del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él–, su naturaleza era buena en todo momento, incluso cuando dormía lo hacía estando purificado y limpio. Su criado Anas Ibn Malik, aquel que tuvo el honor de servirlo durante diez años, dijo: “Nunca llegué a oler un ámbar o un almizcle ni nada mejor que el olor del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él–. Ni tampoco palpé brocado ni seda ni nada tan suave que el tacto del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él–.

 El Mensajero de Al-lah manifestaba su amor a sus esposas:
        La modestia sólo trae el bien, tal y como informó de ello el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– excepto en aquellos casos que provoque al musulmán perder algo relacionado con los asuntos de su religión o de su vida. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– manifestaba su amor a sus esposas, enseñando así a sus seguidores a manifestar sus sentimientos a sus esposas para que perdure el amor y continúe la convivencia. ‘Amru Ibn Al‘as dijo: “En una ocasión fui al Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con el– y le pregunté: ‘¿Quién es la persona que más quieres?’. Él me respondió: ‘‘Aishah’. Le pregunté luego: ‘¿Y de entre los hombres?’. Él me respondió: ‘Su padre’. ‘¿Y luego?’. Él me dijo: ‘‘Umar’. Después, el Profeta citó a más hombres, y yo me callé por miedo a que me citase en el último lugar de quienes quería”.
 
 El generoso Mensajero temía por sus esposas:
        Tener miedo es un sentimiento humano y algo esencial. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– temía por sus esposas y se esmeraba por que nada malo les ocurriese. Anas –que Al-lah esté complacido con él– acudió con el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– a Abu Talhah; Safiyah iba sentada detrás del Profeta en su montura. Durante el camino, la camella tropezó y el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– y ella cayeron. Abu Talhah dijo: “Me parece que se ha caído de su camello”. Abu Talhah acudió al Mensajero de Al-lah y le dijo: “¡Profeta de Al-lah! ¡Que Al-lah haga de mí tu rescate! ¿Te ha ocurrido algo?”. Él respondió: “No. Ocúpate de mi mujer”. Abu Talhah se echó las ropas sobre su rostro y se dirigió a ella. Luego, echo un ropaje suyo sobre ella. La mujer se levantó y luego les ayudó para que volviesen a montar (transmitido por Albujari).

 El Mensajero de Al-lah siempre se esmeraba por salvar a sus esposas:
        El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– quería el bien para sus esposas y siempre se esmeraba por proveerlas, sobre todo en aquello que les hacía alcanzar la complacencia del Señor del universo, y aumentaba su acercamiento al Paraíso y su alejamiento del Infierno; pues ese es el triunfo del que Al-lah –ensalzado sea– habló, diciendo: “Todo ser probará el sabor de la muerte, y cada uno recibirá su recompensa íntegra el Día de la Resurrección. Quien sea salvado del Fuego e ingresado al Paraíso habrá realmente triunfado, porque la vida mundanal es solo un placer ilusorio” (sura La familia de ‘Imran: 185).
        Umm Salamah, esposa del Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “En una ocasión, el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– se despertó por la noche asustado y dijo: ‘¡Glorificado sea Al-lah! ¡Cuántos tesoros han descendido y cuántas tribulaciones también lo han hecho! Ve y despierta a las mujeres de sus aposentos –es decir, a sus esposas para que hiciesen la oración–, pues puede que aquella que va vestida en este mundo acabe desnuda en la otra vida’” (transmitido por Albujari).
        El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– siempre estaba comprometido con sus esposas, les enseñaba los caminos del bien y las guiaba hacia ellos, haciendo de esto un método a seguir para su comunidad. El Profeta dijo: “Que Al-lah tenga misericordia de un hombre que se despierta por la noche para hacer la oración y despierta a su mujer y ella también ora; y si ella se niega, rocía sobre su cara un poco de agua. Y que Al-lah tenga misericordia de una mujer que se despierta por la noche para hacer la oración y luego despierta a su marido y él también ora; y si él se niega, rocía sobre su cara un poco de agua” (transmitido por Abu Dawud).

 El Mensajero de Al-lah no entraba por sorpresa en las casas de sus esposas:
        El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– detestaba la desconfianza y los celos que sobrepasaban los límites naturales de una persona. Él amaba ver a su familia en el mejor de los estados y en la más completa de las formas. Ello lo hacía por su esmero en afianzar los lazos de amor con ellas. Por ello, no las sorprendía entrando de repente en sus casas tras un largo viaje. Lo que solía hacer era anunciar su llegada para que sus esposas tuviesen el tiempo suficiente para arreglarse, asearse y prepararse para recibirlo. Así, él encontraba a sus esposas con la mejor imagen y la más bella forma, afianzando así los lazos de amor. Yabir Ibn ‘Abdal-lah dijo: “Nos encontrábamos en una ocasión de viaje con el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él–. Cuando volvimos y quisimos ir a nuestras casas, él nos dijo: ‘Vayan despacio, para que así lleguemos a casa de noche y les dé tiempo a las mujeres –cuyos maridos han estado ausentes– de peinar sus cabellos enredados y rasurarse el vello del pubis’” (transmitido por Abu Dawud).

 El Mensajero de Al-lah siempre daba preferencia a sus esposas antes que a sí mismo:
        Al Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– se le hizo gustar la generosidad y la entrega, pues siempre anteponía su familia a sí mismo y prefería darles a ellas algo que hubiese conseguido o se le hubiese regalado. Cómo no, siendo él aquel que dijo: “Cuando Al-lah les conceda algún bien, que comience otorgándoselo a sí mismo y a su familia” (hadiz valorado como fidedigno por Albani).
        Sus palabras no eran únicamente idealistas, sino que las llevó a la práctica en la realidad. Anas –que Al-lah esté complacido con él– dijo que Umm Sulaim lo envió con un plato de dátiles frescos para el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él–. Él tomó una parte que mandó a algunas de sus esposas. Luego tomó otra parte y la mandó a las demás de sus esposas. Él deseaba comer de esos dátiles, pero no tomó nada para sí; además, fue algo que hizo en más de una ocasión” (hadiz valorado como fidedigno por Albani).

 El Mensajero de Al-lah era humilde con sus esposas:
        “A quien se muestra humilde con Al-lah, Al-lah lo elevará”. Estas son las palabras con las que el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– se dirigía a sus compañeros. El Profeta practicó esto en la realidad a través de su trato con la gente. Sus mujeres no fueron una excepción a esta norma. Anas Ibn Malik dijo en el hadiz donde cuenta cuando volvieron con el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– de Jaibar a Medina. Su esposa Safiyah –que Al-lah esté complacido con ella– se encontraba con él. Dijo Anas: “Vi al Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– cómo se acercó a ella por detrás con un manto de lana. Luego, él se sentaba en su camello y ponía su rodilla para que Safiyah pusiese su pierna sobre su rodilla y pudiese montar” (transmitido por Albujari).

 El Mensajero de Al-lah era benevolente ante los errores de sus esposas:
        El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– tenía en consideración los sentimientos de celos que sus esposas tenían. Por ello, nunca se enfadaba cuando sentían celos ni censuraba las acciones que se daban como resultado de esos celos. Lo que él hacía era tratar esos celos con tranquilidad, lo que demostraba su prudencia y sabiduría. Anas Ibn Malik dijo: “El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– se encontraba con una de las madres de los creyentes, y otra de sus esposas envió una bandeja con comida. Entonces, esta golpeó la mano del Mensajero y la bandeja se cayó y se rompió. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– recompuso la bandeja y reunió en ella la comida. Luego dijo: “Vuestra madre ha tenido celos. Coman”, y ellos comieron. Entonces, hizo al siervo esperar hasta que trajeron otra bandeja de la casa donde él estaba, y el Mensajero le dio la bandeja buena y dio la rota a la mujer que la había roto” (transmitido por Annasai).

 El Mensajero de Al-lah conocía el estado psicológico de sus esposas:
        La delicadeza, el sentimiento y el trato que el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– tenía con sus esposas, le hacía conocer sus sentimientos e identificar sus emociones. Por ello, sabía cómo afrontar los sentimientos negativos con indulgencia y benevolencia. ‘Aishah, la madre de los creyentes –que Al-lah esté complacido con ella– relató que el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– le dijo: “Sé cuándo estás contenta conmigo y cuándo estás enfadada”. Ella le dijo: “¿Y cómo lo sabes?”. Él dijo: “Cuando estás contenta conmigo, dices: ‘¡No, por el Señor de Muhammad!’; y cuando estás enfadada conmigo, dices: ‘¡No, por el Señor de Abraham!’”. Ella dijo: “Sí, por Al-lah, Mensajero de Al-lah, que es así. Lo hago porque quiero evitar tu nombre” (transmitido por Albujari).

 El Mensajero de Al-lah y su equidad con sus esposas:
        La equidad del Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– con sus esposas llegó al súmmum. Él era equitativo con ellas en todos los asuntos, ya sea que estuviese de viaje o presente. ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con ella– dijo: “El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– no prefería a ninguna de nosotras sobre otra cuando se trataba de repartir el tiempo de estancia con cada una. Todos los días nos visitaba sin tener relaciones con ninguna, hasta que le tocase a alguna su correspondiente día y, entonces, pernoctaba en casa de ella” (transmitido por Abu Dawud).
        Él nunca fue negligente en la justicia con la que Al-lah lo dotó, incluso cuando se encontraba enfermo. ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con ella– dijo: “El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– preguntó –cuando padecía la enfermedad de la cuál murió– lo siguiente: “¿Dónde me encontraré mañana? ¿Dónde me encontraré mañana?”, queriendo decir que al día siguiente le tocaría estar con ‘Aishah. Entonces, el resto de sus esposas le dieron el permiso para que se quedase en la casa de la esposa que él quisiera. Él, pues, permaneció en la casa de ‘Aishah hasta que allí murió” (transmitido por Albujari).

El Mensajero de Al-lah y el aspecto social con sus esposas

El Mensajero de Al-lah trataba con delicadeza a sus esposas:

            “No hay nada en lo que se encuentre la delicadeza sin que quede embellecido; y no hay nada a que se le quite la delicadeza sin que lo afee”. Estas fueron directrices generosas y proféticas con las que Mensajero –la paz y las bendiciones sean con él– educó a su comunidad. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– era delicado en todos sus asuntos y gustaba de la delicadeza, ordenando a su familia a practicarla, cuando dijo: “¡‘Aishah! Sé delicada, pues cuando Al-lah quiere el bien para una familia introduce en su seno la delicadeza” (transmitido por Almundiri).

        El Profeta les ordenaba cosas y las escuchaba, y no les imponía algo que les fuese dificultoso, sino que les exigía que respondiesen al maltrato con un buen trato y controlar el ego en momento de discordias. ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con ella– dijo: “En una ocasión, un grupo de judíos vino a ver al Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– y le dijeron: ‘¡La muerte sea contigo!’. Yo entendí lo que dijeron y dije: ‘¡Y con vosotros sea la muerte y la maldición!’. Entonces, el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: ‘¡Despacio ‘Aishah! Al-lah ama la delicadeza en todos los asuntos’. Yo dije: ‘¡Mensajero de Al-lah! ¿Acaso no has oído lo que han dicho?’. El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: ‘Sí, y yo les he dicho ‘y con vosotros’” (transmitido por Albujari).

El Mensajero de Al-lah y cómo servía a sus esposas:

        El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– nunca evitaba el servir a sus esposas y realizar algunas de sus tareas para ayudarlas, tratarlas con benevolencia y mostrar misericordia hacia ellas; esto era parte de sus nobles modales. ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con ella– fue preguntada sobre qué hacía el Profeta en su casa. Ella contestó: “El Profeta remendaba sus sandalias y hacía lo que un hombre hace en su casa”. Y en otra transmisión dijo: “… y aquello que cada uno de ustedes hace en su casa: remendar sus sandalias y su ropa”.

El Mensajero de Al-lah se servía a sí mismo:

            Todos nosotros tenemos necesidades especiales. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– se cuidaba a sí mismo para así aliviar las cargas de su familia y ayudarla. ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con ella– fue preguntada sobre lo que el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– hacía en su casa. Ella contestó: “El Profeta era un ser humano como los demás: remendaba su ropa, ordeñaba su ganado y se cuidaba a sí mismo” (transmitido por Addahabi).

El generoso Mensajero gastaba de su dinero en sus mujeres:

            El dar y el esforzarse por los demás fueron algunos de los principios que el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– sembró en las almas de sus seguidores, cuando les dijo: “En verdad, Al-lah es Generoso y ama la generosidad; y Al-lah es Dadivoso y ama el altruismo”.
 
            El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– era dadivoso con su familia cuando gastaba en ella sin reparos y teniendo en cuenta sus necesidades y exigencias, y decía: “El dinar que gastas por la causa de Al-lah, en redimir a un esclavo, en dar una limosna a un pobre, y el que gastas en tu familia, [de todos ellos] el más grande en recompensa es aquel que has gastado en tu familia” (transmitido por Muslim).

            Es más, el Profeta –la paz y las bendiciones sean con– hizo que fuese un derecho y una obligación del hombre para con su familia. Cuando los compañeros le preguntaron: “¡Mensajero de Al-lah! ¿Cuál es el derecho de nuestras esposas sobre cada uno de nosotros?”. Él respondió: “Que la alimentes cuando te alimentes, que la vistas cuando te vistas, que no la golpees en el rostro, que no la difames y que no te apartes de ella sino dentro de la misma casa” (transmitido por Abu Dawud).

El Mensajero de Al-lah y el descanso de sus esposas:

            El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– siempre buscaba el descanso de sus esposas y se esmeraba por que lo consiguieran, especialmente en los viajes donde había dificultad y cansancio, temiendo que se fatigaran. Por ello, siempre las protegía con toda ayuda y cuidado. Anas Ibn Malik dijo: “El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– se encontraba de viaje. Había un mozo llamado Anyashah que llevaba el carruaje donde iban sus esposas. Entonces, el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– le dijo: “¡Anyashah! Ten cuidado con las botellas de cristal”. Dijo eso porque las esposas del Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– iban en el palanquín que portaban los camellos, cuando el mozo comenzó a alzar su voz para que los camellos marchasen más rápido; por ello, el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– tuvo cuidado de sus esposas” (transmitido por Albujari).

La benevolencia del Mensajero de Al-lah y cómo aguantaba el desdén de sus esposas:

            El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– afrontaba el desdén de sus esposas con holgura de pecho, su sequedad con alegría, y su alejamiento con amor. Él era benevolente y tolerante con los errores que ellas cometían –siempre que no contraviniesen aspectos legales en el Islam– y, cuanta más ignorancia había, su benevolencia era mucho mayor. ‘Umar Ibn Aljattab –que Al-lah esté complacido con él– dijo: “Nosotros, la gente de Quraish, dominábamos a nuestras mujeres. Y cuando llegamos a los Auxiliadores (en Medina) vimos unos hombres que estaban dominados por sus mujeres. Y nuestras mujeres estuvieron a punto de tomar los modos de las mujeres de los Auxiliadores. Yo interpelé a mi esposa pero ella me llevó la contraria; y yo la recriminé por haberme llevado la contraria”. Su esposa le preguntó: “¿Y por qué me recriminas que te lleve la contraria? Por Al-lah que las esposas del Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– le llevan la contraria. Incluso alguna de ellas se aparta de él un día entero”. Ello me sorprendió y le dije: “Quedará frustrada aquella que haga algo así”. Luego, tomé mis ropas y fui a casa de Hafsah y la pregunté: “¿Alguna de vosotras se enfada y se aleja del Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– un día entero?”. Ella respondió: “Sí”. Él dijo: “¡Quedarás frustrada y perderás! ¿Acaso te sientes a salvo de que Al-lah se enoje contigo por el enfado del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– y entonces acabes mal? No canses al Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– ni le lleves la contraria en nada ni te apartes de él. Pregúntale siempre qué es lo que te ha parecido alguna cosa” (transmitido por Albujari).

El Mensajero de Al-lah llevaba a cabo los deseos de sus esposas:

            El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– era quien más rápido actuaba para llevar a cabo los deseos de sus esposas y traerles la felicidad. Aishah preguntó al Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– lo siguiente: “¡Mensajero de Al-lah! Todas tus esposas tienen un apodo excepto yo”. El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– le dijo: “Ponte el apodo de tu hijo ‘Abdul-lah, es decir, Ibn Azzubair (su sobrino). Tú eres la madre de ‘Abdul-lah”. Y desde entonces, fue conocida como la “madre de ‘Abdul-lah” hasta que ella murió, siendo que nunca dio a luz (hadiz valorado como fidedigno por Albani).

El Mensajero de Al-lah se encargaba de la salud de sus esposas:

            El ser humano tiene la necesidad apremiante de que se ocupen de él, lo cuiden y se encarguen de su estado de salud cuando se encuentra enfermo o débil. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– no descuidaba este aspecto y se comprometía con sus esposas cuando estaban enfermas, y se esmeraba en su tratamiento y por levantar su estado de ánimo. ‘Aishah, la madre de los creyentes –que Al-lah esté complacido con ella– dijo: “Cuando enfermaba alguna de las esposas del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– salpicaba suavemente con su saliva habiendo recitado las dos últimas suras del Corán. Cuando él padeció la enfermedad de la cuál murió, yo fui quien le salpicaba suavemente con mi saliva y pasaba su propia mano sobre él, pues su mano tenía mucha más baraka (bendición) que la mía”.

El Mensajero de Al-lah siempre estaba al tanto de sus esposas:

            A pesar de las muchas ocupaciones y responsabilidades que tenía el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– para con su comunidad, siempre dedicó una parte de su tiempo a su familia. Por ello, las ocupaciones que tenía no hacían que se olvidase de ellas. ‘Umar Ibn Aljattab dijo: “Cuando el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– realizaba la oración del amanecer, se sentaba en el lugar donde había realizado la oración y la gente se sentaba a su alrededor hasta la salida del sol. Después, iba a casa de todas sus esposas –una por una– para saludarlas y pedía a Al-lah por ellas. Y cuando era el día que le tocaba estar con él a alguna de ellas, entonces se quedaba en su casa con ella” (transmitido por Alhaizami).

El Mensajero de Al-lah siempre consultaba a sus esposas:

            El método y la costumbre del Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– era la de consultar a sus compañeros en sus asuntos particulares y generales. Igualmente, el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– consultaba los asuntos con sus esposas y sacaba provecho de sus opiniones y sus directrices, pedía sus opiniones y hacía que participasen en los asuntos que importaban a la comunidad, y así conocer a través de dichas opiniones y directrices lo más conveniente y correcto antes de tomar una decisión. Relataron Marwan Ibn Alhakam y Almiswar Ibn Majramah un hadiz de ambos respecto a la tregua de Alhudaibiyah, lo siguiente: “Cuando el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– concluyó la redacción del documento, dijo: “¡Gente! ¡Levántense, ofrezcan el sacrificio y dejen el estado de Ihram (consagración)!”. Pero, por Al-lah, que nadie se levantó a causa de lo que los corazones de la gente sintieron de mal. El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “¡Gente! Ofrezcan el sacrificio y dejen el estado de Ihram”, pero nadie lo hizo. Luego, el Profeta volvió a dar la orden por una tercera vez, pero nadie se levantó. El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– entró en la tienda de Umm Salamah y dijo: “¡Umm Salamah! ¿Acaso no ves a la gente? Les ordeno una cosa y no me hacen caso”. Ella dijo: “¡Mensajero de Al-lah! Déjalos, pues la gente ve como algo enorme aquello que te has impuesto a ti mismo en esa tregua. ¡Sal, Mensajero de Al-lah! No hables con nadie hasta que llegue tu sacrificio. Luego, sacrifícalo y deja el estado de Ihram; pues cuando la gente te vea hacerlo, harán igual que tú”. El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– salió de la tienda de Umm Salamah y no habló con nadie hasta que llegó su sacrificio. Cuando llegó, realizó el sacrificio y se rasuró la cabeza. Cuando la gente vio a Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– hacer eso, hicieron lo mismo que él aquellos que tenían una res para el sacrificio; unos se rasuraron la cabeza y otros se recortaron el pelo. El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “¡Oh Al-lah! ¡Otorga tu perdón a aquellos que se han rasurado la cabeza!”. Alguien dijo: “¡Mensajero de Al-lah! ¿Y qué pasa con aquellos que se han recortado el pelo?”, y él repitió su invocación anterior tres veces más.

El Mensajero de Al-lah pedía permiso a sus esposas:

            Algo que formaba parte de los grandes modales y la perfección del Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– fue que él nunca dejó de ser justo entre sus esposas, incluso en los momentos en que se encontraba enfermo. Sólo podía hacerlo cuando pedía permiso a sus esposas para que dejasen de lado sus derechos y diesen su consentimiento para ello. ‘Aishah dijo: “El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él –hizo llamar a sus esposas –cuando él se encontraba enfermo– para reunirlas. Luego, les dijo: ‘No puedo ir a casa de cada una de ustedes. Por ello, si ven bien en darme el permiso para que me quede en casa de ‘Aishah, háganlo’. Ellas, entonces, le dieron el permiso para que se quedara” (transmitido por Abu Dawud).

            ‘Aishah dijo: “El Profeta falleció el día en que a mí me tocaba estar con él en mi casa. Al-lah lo tomó teniendo su cabeza en mi regazo y mezcló mi saliva con la suya”. Luego dijo: “Entró en casa ‘Abdurrahman, el hijo de Abu Bakr, llevando en su boca un siwak. El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– lo miró. Yo dije a ‘Abdurrahman: ‘¡‘Abdurrahman! Dame el siwak’, y me lo dio. Yo lo mordisqueé, lo mastiqué y se lo di al Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– para que lo usase mientras estaba echado en mi regazo” (transmitido por Albujari).

El Mensajero de Al-lah nunca quería algo para sí mismo que no fuese también para sus esposas:

            Al Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– le gustaba que sus esposas participasen en todos sus asuntos –y así hacían ellas–, hasta en sus asuntos más particulares. El Profeta siempre estaba muy atento con ellas. Anas Ibn Malik dijo: “El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– tenía un vecino persa que cocinaba muy bien las carnes. En una ocasión, este vecino preparó algo para el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– y más tarde vino a invitarlo. El Profeta preguntó: “Y esta [invitación] ¿para quién es? ¿[También es] para ‘Aishah”. El vecino respondió: “No”. El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “Entonces no [acepto la invitación]”. Luego volvió a invitarlo y el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– le preguntó: “¿También invitas [a ‘Aishah]?”. Él respondió: “No”; y el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “Entonces no”. Luego, el vecino volvió una vez más a invitarlo y el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– le preguntó: “¿Y esta vez?”, él respondió: “Sí”, en la tercera vez. Entonces, ambos (el Profeta y ‘Aishah) fueron corriendo adelantándose el uno al otro, hasta llegar a casa del vecino” (transmitido por Muslim).

Al Mensajero de Al-lah le gustaba hacer felices a sus esposas:

            Es una exigencia legal hacer que la gente sienta alegría y felicidad, algo más confirmado aún en cuanto a los parientes, sobre todo los más cercanos. ‘Aishah, la madre de los creyentes –que Al-lah esté complacido con ella– dijo: “Cuando vi al Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– en buen estado, le dije: ‘¡Mensajero de Al-lah! Pide a Al-lah por mí’. Él dijo: ‘¡Oh Al-lah! Perdona a ‘Aishah aquello que hizo y aquello que pueda hacer; aquello que hizo en privado o hizo en público’. Entonces, ‘Aishah comenzó a reír hasta que introdujo su cabeza en su aposento a causa de la risa. El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– le preguntó: ‘¿Acaso te hace gracia mi plegaria? Ella dijo: ‘¿Por qué no tendría que hacerme feliz tu plegaria?’. Él dijo: ‘Por Al-lah que esa es la plegaria con la que invocó a Al-lah para mi comunidad en todas las oraciones’” (transmitido por Alhaizami).

El Mensajero de Al-lah enseñaba y dirigía a sus esposas:

            El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– fue enviado como portador de albricias, amonestador, maestro y guía. Del mismo modo que se esmeraba por enseñar y dirigir a sus seguidores, también se esmeraba por estar comprometido con sus esposas para dirigirlas y enseñarles, pues los parientes más cercanos son quienes tienen más derecho a recibir de nosotros el bien. Yuwairiah Bint Alhariz, esposa del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– dijo que el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– salió una vez de su casa temprano para realizar la oración de la mañana, mientras ella se encontraba en el lugar donde realizaba la oración. Luego, el Profeta volvió cuando ya había amanecido, mientras ella se encontraba aun sentada en el mismo lugar. El Profeta le dijo: “¿Todavía estás así desde que te dejé?”. Ella respondió: “Sí”. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “He dicho, tras de ti, cuatro palabras tres veces, que si se sopesan en una balanza junto con aquello que dijiste hoy, las sobrepasaría: ‘¡Glorificado y alabado sea Al-lah, por el número de Sus criaturas, por Su propia complacencia, por el peso de Su Trono y por la tinta que se usaría para registrar palabras para Su alabanza!” (transmitido por Muslim).

El Mensajero de Al-lah les enseñaba modales a sus esposas:

            A pesar de la dulce convivencia que el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– tenía con sus esposas y el trato exquisito hacia ellas, él siempre era inteligente en su relacionamiento y en su actuar. Cuando la buena convivencia era lo más apropiado, recurría a ella; pero cuando la educación tenía prioridad, en caso de que se hubiera cometido algún error que no podía dejarse pasar por alto, lo reprobaba, advertía sobre él y lo prohibía.
 
            ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con ella– dijo: “Le dije al Profeta: “Debería bastarte con saber que Safiyah –esposa del Profeta– es así y así” –queriendo decir que era de baja estatura–. El Profeta le dijo: “Has dicho algo [tan reprobable] que, si lo mezclases con el agua del mar, la ensuciarías” (hadiz valorado como fidedigno por Albani).

El Mensajero de Al-lah era condescendiente con el enfado de sus esposas:

            Formaba parte de la sabiduría del Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– el poner cada cosa en su lugar oportuno y lidiaba con cada circunstancia de manera conveniente. Él sabía cómo ser condescendiente con el enfado de sus esposas, para así devolverlas al equilibrio y la tranquilidad. ‘Aishah dijo: “Cuando me enfadaba, el Profeta me tocaba la nariz y decía: ‘¡‘Uwaish! Di: ¡Oh, Al-lah, Señor de Muhammad! Perdona mis faltas, quita el enfado de mi corazón y protégeme de los extravíos de las tribulaciones’” (transmitido por Assuyuti).

El Mensajero de Al-lah trataba los problemas de sus esposas de la mejor manera:

            Los medios que el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– utilizaba para tratar los problemas con sus esposas eran conformes a los preceptos legales, aquellos que las hacían tenerlos en cuenta y complacerse con ellos. El Profeta se dirigía a ellas con la inteligencia y la lógica con la que trataba el problema, dándole una solución. Anas Ibn Malik –que Al-lah esté complacido con él– dijo: “Llegó a oídos de Safiyah que Hafsah había dicho: ‘Safiyah es hija de un judío’, y esta se puso a llorar. Entonces, el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– entró en su casa y la encontró llorando. Él le preguntó: “¿Por qué lloras?”. Ella dijo: “Hafsah me ha dicho que soy hija de un judío”. El Profeta dijo: “Tú eres la hija de un Profeta, tu tío fue un Profeta y vives con un Profeta. ¿Con qué puede mostrarse altiva frente a ti?”. Luego dijo a Hafsah: “¡Guárdate de Al-lah, oh, Hafsah!” (hadiz valorado como fidedigno’ por Albani).

El Mensajero de Al-lah aceptaba las excusas de sus esposas:

            Con frecuencia, las personas con las que convivimos pueden cometer errores. Aceptar las excusas es prueba de tener un buen corazón y un alma pura. ¿Y quién tuvo un alma más pura que la tuya, ¡oh, Mensajero de Al-lah? En una ocasión, el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– esperaba a ‘Aishah y esta se retrasó. Luego, él le dijo: “¿Qué es lo que te ha retenido?”. Ella respondió: “¡Mensajero de Al-lah! Estaba escuchando la recitación del Corán de un hombre; nunca he llegado a escuchar una voz tan bonita como la suya”. Entonces, el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– se levantó y se fue a escuchar a aquel hombre. Permaneció bastante tiempo escuchándolo, y luego volvió. Después dijo a ‘Aishah: “Era Salim el esclavo liberto de Abu Hudaifah. Alabado sea Al-lah que ha hecho en su comunidad gente semejante a él” (transmitido por Al‘iraqi).

El Mensajero de Al-lah alegraba a sus esposas:

            El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– les hablaba de una forma que hacía que sus esposas sintiesen alegría y felicidad, además de disponer el sosiego y la tranquilidad en sus corazones. ‘Aishah, la madre de los creyentes –que Al-lah esté complacido con ella– dijo que el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– le dijo en una ocasión: “¿Acaso no te complace ser mi esposa en esta vida y en la otra?”. Ella dijo: “¡Por supuesto!”. Él le dijo: “Tú eres mi esposa en esta vida y lo serás en la otra vida” (hadiz valorado como fidedigno por Albani).

El Mensajero de Al-lah y su delicadeza con sus esposas:

            El trato que el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– tenía con aquellos que le rodeaban, alcanzaba el súmmum en delicadeza, sutileza y unos elevados y completos modales, tal y como su Señor lo describió cuando dijo: “En verdad, eres de eminente carácter”, y a su familia le tocaba la mejor parte de ello. ‘Aishah, la madre de los creyentes, decía lo siguiente sobre el trato del Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– con sus esposas: “Cuando el Profeta estaba solo con sus mujeres, era la persona más dulce y la más generosa del mundo. Siempre se reía y sonreía” (transmitido por Assuyuti).

El Mensajero de Al-lah era indulgente con sus esposas:
            El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– era un hombre accesible e indulgente en todos sus asuntos; aceptaba los errores de los demás, incluso aunque lo hiciesen adrede, y siempre les encontraba alguna excusa, ya sea que tratase de sus compañeros o de sus enemigos. Cuando Meca fue conquistada –aquella Meca que lo expulsó, aquella que torturó a sus compañeros y donde varios murieron– y cuando el Profeta tuvo dominio sobre ellos, les dijo: “¿Qué piensan que voy a hacer con ustedes?”. Ellos dijeron: “Tú eres un hermano generoso y sobrino de un hombre generoso”. Él les dijo entonces: “Pueden irse, pues son libres”. Aquella, era una oportunidad para la venganza y el ajuste de cuentas; sin embargo, sus grandes modales y su nobleza le impedían hacer algo así. Su familia, igualmente, ostentaba parte de esta indulgencia. Incluso a veces, el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– volvía a casa tras un día agotador y preguntaba: “¿Hay algo de comida?”. Y ellas decían: “No”. Y él respondía: “Hoy ayuno” (transmitido por Annasai).
            Él no reprimía ni actuaba con violencia, sino que actuaba llevando consigo la sencillez del momento y aceptar del mejor modo las excusas de los demás.  

El Mensajero de Al-lah estaba al tanto de los deseos de sus esposas:

            El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– estaba al tanto de los deseos de sus esposas, siempre que no contraviniesen la ley, incluso aunque fuese a cuenta de su propio descanso y de aquello que él deseaba. ‘Aishah dijo: “¡Mensajero de Al-lah! Todos tus compañeros, menos yo, van a volver de este viaje habiendo realizado la peregrinación mayor y la menor”. Él le preguntó: “¿No circunvalaste la Casa las primeras noches en la que llegamos a Meca?”. Ella contestó: “No”. El Profeta le dijo: “Sal con tu hermano y dirígete a Attan‘im. Allí, comienza a pronunciar las invocaciones de la peregrinación menor, y más tarde nos encontraremos en el lugar tal y tal”. Ella, entonces, partió con su hermano ‘Abdurrahman a Attan‘im. Allí comenzó con las invocaciones de la peregrinación menor, y Safiyah Bint Huyai, menstruó. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “¡Qué Al-lah te perdone! ¡Nos has retenido! ¿Acaso no circunvalaste la Casa el día del sacrificio?”. Respondió: “Sí, claro”. Él dijo: “Entonces no pasa nada. Puedes irte”. Luego, lo encontró ascendiendo con la gente de Meca, mientras ella subía; dijo: “… y lo veía ascendiendo cuando yo subía” (transmitido por Albujari).


Conclusión

            En el Islam, la relación entre el hombre y la mujer es una relación de amor, respeto, misericordia y consideración recíproca. El amor a la mujer como esposa, misericordia como hija, y consideración y respeto como madre y como hija. En el Islam, cuanto más avanza la mujer en edad, más se incrementa la valoración y el respeto por ella. Por tanto, no es de nosotros aquel que no es misericordioso con nuestros pequeños y quien no reconoce la nobleza de nuestros mayores, tal y como informó Muhammad, el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él–.

        En el Islam no existe ningún conflicto entre el hombre y la mujer. Fueron creados el uno para el otro y cada uno ostenta cualidades con las que difiere del otro. Hay carencias en el hombre que completa la mujer y carencias en la mujer que completa el hombre. Es por eso que el Islam ha prescrito una serie de obligaciones legales y sociales a la mujer conformes a su configuración, tanto física como psicológica; e, igualmente, el Islam ha prescrito obligaciones al hombre por el mismo motivo. Y, por otro lado, ha establecido derechos y deberes al hombre conformes a su naturaleza; e, igualmente, la mujer tiene una serie de derechos y deberes conformes a su naturaleza. Es a través de este equilibrio que ha establecido el Islam entre ambos como se consigue la convergencia, la tranquilidad, el sosiego, el amor y el cariño, y se completa su armonía para que puedan alcanzar el objetivo para el que ambos fueron creados. Dice Al-lah –ensalzado sea–: “Dios les ha creado cónyuges de su misma naturaleza, y luego les concede hijos y luego nietos. Dios les ha proveído todo lo bueno y beneficioso. ¿Acaso creen en las falsedades y reniegan de la gracia de Dios?” (sura Las abejas: 72).
        
        Cuando el Islam permite cosas al hombre y prohíbe otras a la mujer o viceversa, es debido a esa configuración física y psicológica, pues sería injusto que a toda persona le fuesen encargadas cosas, ya sea hombre o mujer, que no pudiese llevar a cabo debido a las cualidades con las que ha sido configurada. Por ejemplo, el coche que circula con diésel no puede hacerlo con gasolina, a pesar de producirse una combustión más rápida, y viceversa.

        Este es el romanticismo para con nuestras esposas, aquel que hemos tomado del ejemplo de Muhammad –la paz y las bendiciones sean con él–, aquel que hizo para nosotros, de todo trato sublime con los seres humanos y con la familia en especial, una recompensa y una retribución; e hizo de todo maltrato hacia los seres humanos en general y con la familia en particular, una carga y un pecado.

        Este es el romanticismo islámico aplicado sobre el terreno de la realidad y no sólo palabras sobre el papel ni idealismos, como los que se escriben en los relatos de amor y de ficción, mismos que se encuentran muy lejos de poder ser aplicados. Dime, por tu Señor, ¿has llegado a ver un trato como el que tuvo el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– con sus esposas? Seguir su ejemplo y aplicar su ley es suficiente para tratar todos los problemas del mundo en el que vivimos hoy, y de entre ellos los problemas conyugales, mismos que surgen debido al desconocimiento mutuo de la pareja respecto a los derechos que el uno tiene sobre el otro y que han sido establecidos en el método islámico. Este método ha hecho que no respetar esos derechos debidamente sea una desobediencia y una falta merecedora de un castigo de Al-lah para quien los viole. Igualmente, ha hecho de su aplicación y de su puesta en marcha una forma de seguir las órdenes de Dios y de obediencia merecedoras de una recompensa y una retribución, así como el logro de la estabilidad familiar para ambos cónyuges. Aquello que ocurre hoy en el mundo y los problemas que se dan entre algunos musulmanes con sus familias es el resultado de no seguir a este generoso Mensajero, de no obedecerlo en sus directrices y de haberse alejado de la metodología que él estableció. Este es el romanticismo islámico, un romanticismo de complementación y de un trato exquisito con todo aquel que te rodea como ser humano, especialmente con tu esposa, el mejor regalo que Al-lah te ha podido otorgar después del Islam.

 

Índice de contenidos
INTRODUCCIÓN    
EL MUSULMÁN ROMÁNTICO    
ESTO ES EL ISLAM    
CONSEJO DE UN PADRE MUSULMÁN A SU HIJO EN EL DÍA DE SU BODA    
CONSEJO DE UNA MADRE MUSULMANA PARA SU HIJA EN EL DÍA DE SU BODA    
EL TRATO DEL MENSAJERO MUHAMMAD HACIA SUS ESPOSAS    
El generoso Mensajero y la recreación con su familia    
El generoso Mensajero se divertía con su familia    
El generoso Mensajero pasaba por alto las cosas por la felicidad de su familia:    
El generoso Mensajero buscaba la felicidad de su familia:    
El generoso Mensajero bromeaba con sus esposas:    
El generoso Mensajero paseaba junto a sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah se reía de los chistes que le contaba su familia:    
El Mensajero de Al-lah incentivaba la diversión entre sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah compartía la felicidad con su familia:    
El Mensajero de Al-lah hacía feliz a su familia con su entusiasmo:    
La cordialidad y el compañerismo del Mensajero de Al-lah con sus esposas:    
El aspecto sentimental del Mensajero de Al-lah para con su familia    
El Mensajero de Al-lah nunca traicionó a sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah anhelaba a sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah y su renovación del afecto y el amor a su familia:    
El Mensajero de Al-lah y el resguardo de su castidad:    
El Mensajero de Al-lah y su confianza en sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah manifestaba su amor a sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah y la limpieza en la convivencia conyugal:    
El Mensajero de Al-lah valoraba los sentimientos de su esposa cuando mantenía una relación sexual:    
El Mensajero de Al-lah intercambiaba expresiones de amor con sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah no desvelaba los secretos de sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah era cariñoso con sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah y la proximidad con sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah tenía en cuenta los sentimientos y emociones de sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah mantenía vivos los sentimientos con sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah se lavaba junto con sus mujeres:    
El Mensajero de Al-lah besaba a sus esposas:    
El mensajero de Al-lah y su trato humanitario hacia sus esposas    
El Mensajero de Al-lah y su esmero por proteger a sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah era indulgente frente a los errores de sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah cumplía su palabra con sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah y su delicado trato hacia sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah y su compasión hacia sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah y su misericordia hacia las mujeres:    
El Mensajero de Al-lah siempre buscaba complacer a sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah facilitaba las cosas a sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah y su delicadeza a la hora de tratar con sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah nunca se impacientaba con sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah y su exquisito trato romántico con sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah se ponía guapo, se arreglaba y se aseaba para sus mujeres:    
El Mensajero de Al-lah manifestaba su amor a sus esposas:    
El generoso Mensajero temía por sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah siempre se esmeraba por salvar a sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah no entraba por sorpresa en las casas de sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah siempre daba preferencia a sus esposas antes que a sí mismo:    
El Mensajero de Al-lah era humilde con sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah era benevolente ante los errores de sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah conocía el estado psicológico de sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah y su equidad con sus esposas:    
EL MENSAJERO DE AL-LAH Y EL ASPECTO SOCIAL CON SUS ESPOSAS    
El Mensajero de Al-lah trataba con delicadeza a sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah y cómo servía a sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah se servía a sí mismo:    
El generoso Mensajero gastaba de su dinero en sus mujeres:    
El Mensajero de Al-lah y el descanso de sus esposas:    
La benevolencia del Mensajero de Al-lah y cómo aguantaba el desdén de sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah llevaba a cabo los deseos de sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah se encargaba de la salud de sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah siempre estaba al tanto de sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah siempre consultaba a sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah pedía permiso a sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah nunca quería algo para sí mismo que no fuese también para sus esposas:    
Al Mensajero de Al-lah le gustaba hacer felices a sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah enseñaba y dirigía a sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah les enseñaba modales a sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah era condescendiente con el enfado de sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah trataba los problemas de sus esposas de la mejor manera:    
El Mensajero de Al-lah aceptaba las excusas de sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah alegraba a sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah y su delicadeza con sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah era indulgente con sus esposas:    
El Mensajero de Al-lah estaba al tanto de los deseos de sus esposas:    
CONCLUSIÓN    

 

 
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