La prohibición de comer carne de cerdo
Dios ¡alabado sea! dice: “Di: No encuentro en lo que se me ha inspirado ninguna prohibición de comer de todo ello para nadie, a menos que se trate de un animal muerto o de sangre derramada, o carne de cerdo, pues es una impureza; o que sea una perversión, al haber sido sacrificado en nombre de otro que Dios. Pero quien se vea forzado a ello sin deseo de ánimo de transgredir…Es cierto que Dios es Perdonador, y Compasivo.” Los Rebaños, 145. Dios ¡alabado sea! dice: “Di: No encuentro en lo que se me ha inspirado ninguna prohibición de comer de todo ello para nadie, a menos que se trate de un animal muerto o de sangre derramada, o carne de cerdo, pues es una impureza; o que sea una perversión, al haber sido sacrificado en nombre de otro que Dios. Pero quien se vea forzado a ello sin deseo de ánimo de transgredir…Es cierto que Dios es Perdonador, y Compasivo.” Los Rebaños, 145.
Realidad científica:
A través de la ciencia moderna la gente ya sabe la razón por la cual el Islam prohíbe ciertas cosas. Muchos siglos antes del descubrimiento de los microscopios, la legislación islámica las vedó con el fin de proteger y guardar a sus seguidores.
Según el texto coránico, las cosas prohibidas son:
-Los animales muertos donde la bacteria encuentra un medio propicio para crecerse .
-La sangre donde la bacteria crece mucho más.
-El cerdo cuyo cuerpo contiene muchas enfermedades incurables. El cuerpo del cochino es el ambiente de muchos parásitos, bacterias y virus que pueden ser transmitidos fácilmente a seres humanos y animales. Algunos de estos parásitos se encuentran únicamente en los cerdos, prueba de ello la disentería Balantidium, la trichinella espiral, la tenia y el cisticercosis. Algunas de estas enfermedades son comunes entre los hombres y los animales (zoonoses) como la gripe, el fasciolopsis Buski y el ascáride (ascaris).
La enfermedad de Balantidiasis se extiende mucho entre los pastores de cerdo y aquella gente con quien se mezclan. Asimismo, esa enfermedad puede hacerse epidémica en ciertas circunstancias. Una vez, en una de las islas del Océano Pacífico, a causa de un huracán que extendió el estiércol del cerdo por toda la isla, se propagó la epidemia entre los habitantes. Podría decirse: donde está el cerdo está la enfermedad incluso en los países más desarrollados.
En la mayoría de los casos, las enfermedades que causa el cerdo infringen todo tipo de control desafiando a quien cree que se puede controlar la inmundicia del cerdo mediante el uso de técnica modernas. Algunos creen que con la aplicación de medidas de control la prohibición del consumo de cerdo ya no tiene sentido porque no se basa en fundamentos.
Pero hay que tener en cuenta que el consumo de la musculatura infectada de un cerdo causa la enfermedad de trichinellosis. La hembra de este gusanillo perfora la pared intestinal para parir sus larvas que alcanzan 10.000, aproximadamente. Tales larvas se transmiten a través de la sangre, a continuación llegan a los músculos para convertirse luego en folículos estomacales.
El consumo de musculatura de cerdos infectados produce también tenia. El gusano crece en los intestinos del hombre alcanzando siete metros de largo. Su cabeza tiene espinas que causan hemorragia y desgarro en la pared intestinal. Por consiguiente, un infectado de tenia debe de tener anemia muy tensa.
El cisticercosis se transmite también al ser humano si come cualquier alimento que contiene sus huevos.
Naturaleza del milagro:
Se ha puesto de manifiesto que el cerdo es un animal sucio tanto en su comportamiento como en su manera de escoger su alimento. Teniendo en cuenta todo esto, los idolatras lo consideraban el asesino de los símbolos del bien. En la mitología se cuenta que el cerdo mató a Horus (mito egipcio), a Baal (mito cananeo), a Adonis (mito griego) y a Atis (mito en Asia Menor). En el antiguo Egipto, la profesión de pastor de cerdo fue una de las más degradadas, que no ejercían sino los muy pobres. Al pastor de cerdos no se le permitía entrar en los templos ni podía casarse salvo de su clase. Cada cual que tocaba un cerdo debía de tomarse un baño.
El consumo de cerdo está prohibido también para la Gente del Libro, sin embargo ellos violan esta orden.
Hablando de su prohibición, el Corán explica la razón de ello diciendo: “Pues es una impureza”. La palabra rigs, que significa impureza, abarca todos los términos derivados: suciedad, porquería y inmundicia que transmiten muchas enfermedades y daños.
En otras tres ocasiones, el Corán habla de la prohibición de comer carne de cerdo. Dios ¡Todopoderoso! Dice: “Se os prohíbe comer la carne del animal que haya muerto de muerte natural, la sangre, la carne de cerdo y la de un animal que se sacrifique en nombre de otro que Dios; no obstante quien se vea obligado a hacerlo en contra de su voluntad y sin buscar en ello un acto de desobediencia, no incurrirá en falta. Es cierto que Dios es Perdonador y Compasivo.” La Vaca, 173. Dice también: “Se os prohíbe lo mortecino, la sangre, la carne de cerdo y lo que haya sido sacrificado en nombre de otro que Dios; sin embargo quien se vea forzado sin que sea por propio deseo no por transgredir…Es cierto que Dios es Perdonador, Compasivo.” La Abeja, 115. En la sura (capítulo) de La Mesa Servida, verso núm. 4, dice: “Se os prohíbe la carne del animal muerto por causa natural, la sangre, la carne del cerdo, la del animal que haya sido sacrificado en nombre de otro que Dios, la del que haya muerto por asfixia, golpe, caída, cornada o devorado por una fiera, a menos que lo degolléis. Y la del que haya sido sacrificado sobre altares y que consultéis la suerte con las flechas. Hace esto es salir del camino. La prohibición comprende también el uso de su grasa.
En la época de la revelación del Corán nadie sabía los daños y las enfermedades que transmite el consumo de la carne del cerdo. ¡¿Entonces?! Si no fuese una legislación divina que ordenó no comerlo ¿qué sería? Dios ¡alabado sea! dice: “Tu gente ha negado su autenticidad, sin embargo es la verdad. Di: Yo no soy vuestro guardián. Cada mensaje profético tiene su momento, pero ya sabréis.” Los Rebaños, 67.
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