Cuando niño, tenía una radio de onda corta. Solía escuchar el reporte internacional de la BBC sobre el Medio Oriente. También, me encantaba la música de esa parte del mundo, y probablemente estuve escuchando las recitaciones del Corán, aunque en aquel entonces no sabía qué era.
A medida que fui creciendo, continué escuchando el reporte internacional de la BBC. En aquella época, tenían un programa llamado Palabras de Fe, en el que daban unos cinco u ocho minutos a oradores de diferentes religiones cada día de la semana, representando a las religiones mayoritarias de Gran Bretaña. Entre todos los oradores, a los que más me gustaba escuchar era a los musulmanes.
Cada vez que el representante musulmán hablaba, yo quería averiguar más acerca del Islam. Mi impresión acerca de la religión era que la persona que practicaba el Islam era una persona feliz, no como los retrataban en los medios de comunicación norteamericanos. Me negaba a creer que gente que amaba tanto a Dios pudiera ser como la que describían los medios. Como provengo de una familia judía, me unía a los musulmanes el creer en la unidad absoluta de Dios, sin compañeros ni asociados.
Un momento importante en mi vida fue cuando conocí a un musulmán de verdad, aunque no lo sabía. Yo estaba haciendo un contrato de trabajo en programación de sistemas en Nueva York, cuando tuve la urgencia de visitar Gran Bretaña.
Visité Londres y me encantó. Durante mi visita, fui a varias agencias de empleo, sin suerte. Una de las agencias me dio varias revistas de comercio. Cuando volví a Estados Unidos, comencé a enviar mi currículum vitae a más compañías y otras agencias que figuraban en la revista. Al final, volví a Gran Bretaña porque una de las agencias quería entrevistarme. Entonces, comencé a visitar más compañías y agencias hasta que conseguí un puesto, a pesar de que estaba con una visa de turista.
La compañía que me contrató solicitó un permiso de trabajo para mí, y el Departamento de Trabajo me dijo que debía abandonar el país para procesar los papeles de trabajo. Nuevamente volví a Estados Unidos. Otra agencia, llamada LogoTech, obtuvo un permiso de trabajo temporal para mí y me contrató para trabajar en sus oficinas, ubicadas en aquel entonces en Egham, Surrey.
Algún tiempo después de que comencé a trabajar en LogoTech, supe que mi supervisor, Anis Karím, era musulmán. Le pregunté si él sabía cómo podía conseguir una copia del Corán. Para mi sorpresa, consiguió una copia para mí en unos pocos días. También, me hizo prometer que tomaría un baño antes de leer el Corán1, y que nunca se lo mostrara a nadie que pudiera hacer comentarios ofensivos acerca de él.
Al día siguiente, tomé un baño e hice mi desayuno. Luego, mientras desayunaba, comencé a leerlo. Más tarde averigüé que “Lee” es lo que Dios le ordenó a Su amado Profeta a través del Arcángel Gabriel, ¡aún cuando él no sabía leer ni escribir!
En resumen, las palabras no pueden describir lo que sentí cuando leí sólo esa pequeña porción del Libro más sagrado en el mundo. Leí sólo diez páginas cuando, en ese punto, me dije a mí mismo que esta religión era para mí. Esto sucedió en 1990. Cuanto más leía, más quería saber, y me encantaba lo que estaba leyendo.
En ese momento, no sabía nada acerca de cómo rezar ni ningún detalle acerca del Islam. Si Anis me hubiera invitado a la mezquita en Londres, habría ido con él. Lo único que sabía acerca de cómo rezar a Dios era la postración. En aquel tiempo, sabía que los musulmanes rezaban varias veces al día, así que comencé a hacerlo antes de ir a dormir, y en la mañana cuando me levantaba.
Cuando el permiso de trabajo terminó, tuve que volver a los Estados Unidos, y estuve sin empleo por varios años. Visité a mi padre en Huntsville, Alabama, e hice una aplicación para bases de datos para él. Vi que Huntsville era una ciudad cosmopolita de alta tecnología, y decidí intentar conseguir un puesto de programador allí. Mi padre me dijo que, si no conseguía un puesto, tendría que volver a Nueva Jersey con mi madre que se había mudado de Nueva York. Cerca de quince días antes de que me fuera a Nueva Jersey, conseguí un puesto de programador en Huntsville.
Mi hermana y yo estuvimos planeando un viaje a Indonesia, porque teníamos un amigo por correspondencia con el que nos escribíamos por internet. Mi hermana me pidió que la ayudara a encontrar una joya islámica como regalo. En aquel tiempo yo no tenía idea que había musulmanes en Huntsville.
Entonces, Dios puso las cosas en su lugar para mí. Recordé que había una tienda llamada Crescent Imports, creí que estaba regenteada por musulmanes, pero no fue así, fue abierta por un grupo llamado Nation of Islam. Aquí hay algo extraño que sólo Dios podría haber arreglado. Hablamos con el propietario de la tienda y le dijimos que queríamos encontrar una joya islámica. Él nos envió al Centro Islámico de Hunstville.
Le di gracias a Dios por haberme guiado a la mezquita. Fuimos allí, pero había un solo automóvil estacionado. Conversé con el hombre del carro, y él nos dijo que deberíamos hablar con el Imam para saber dónde conseguir la joya. Todavía tenía temor de entrar al edificio, porque para mí era un lugar sagrado.
En ese momento, recordé un día en que vi a una mujer en el trabajo llevando su pañuelo sobre la cabeza (hiyab). Le hablé de aceptar el Islam personalmente, y ella dijo: “¿Por qué no visitas la mezquita en Huntsville?”. Finalmente, volví a la mezquita después de reunir suficiente coraje para entrar en ese lugar sagrado.
Hablé con el Imam, y él me invitó a realizar la oración con los hermanos musulmanes. Este fue un punto de inflexión en mi vida. Me encantó, y comencé a visitar la mezquita una vez por semana, por la noche. Luego, comencé a visitarla varias veces por semana durante la noche. La necesidad de acudir más seguido se hizo más fuerte, y ahora realizo la mayoría de mis oraciones allí, excepto la oración de la tarde (‘Aser) y la del ocaso (Mágrib), cuando estoy trabajando.
En Noviembre de 1996, hice público mi testimonio de fe. En el trabajo rezo la oración del mediodía y de la tarde, solo o con otros hermanos musulmanes, en un pequeño oratorio. Llevo orgullosamente mi alfombra para rezar en los vestíbulos de mi trabajo, en un intento de que la gente sienta curiosidad y muestre interés. Cuando me preguntan acerca de esto, les digo que soy musulmán y que esa alfombra es lo que uso para rezar. También, mi área de trabajo, incluyendo mi computadora, la he decorado con estampas de arte islámico. El fondo de escritorio de mi computadora es usualmente el templo de La Meca o nuestra mezquita.
Ahora que soy musulmán, ¡no hay nada que pueda hacerme perder esta fe!