Lo único que tengo para decir es lo que ustedes ya conocen, confirmar lo que ya saben, el mensaje del Profeta [la paz sea con él] tal como lo transmitió Dios - la Religión de la Verdad. Como seres humanos, recibimos una conciencia y una obligación que nos ha puesto en la cima de la creación… Es importante darnos cuenta de la obligación que tenemos de librarnos de todas las ilusiones y convertir nuestras vidas en una preparación para la vida del más allá. Todo aquel que deje pasar esta oportunidad no recibirá otra oportunidad para volver a este mundo, porque en el Sagrado Corán dice que cuando el hombre sea juzgado, dirá: “¿Acaso habrá quien pueda interceder por nosotros [para salvarnos del castigo] o para que se nos conceda otra oportunidad volviendo a la vida mundanal, y así poder obrar correctamente?’”
Fui criado en el mundo moderno con todos los lujos de la vida cómoda del mundo del espectáculo. Nací en un hogar cristiano, pero sabemos que todos los niños nacen en su estado original de pureza – son sus padres quienes lo convierten a tal o cual religión. Me dieron esta religión (Cristianismo) y en ella me enseñaron. Me dijeron que Dios existe, pero que no había contacto directo con Él, sino que teníamos que hacerlo a través de Jesús – de hecho, él era la puerta hacia Dios. Eso más o menos lo acepté, pero no me lo creía completamente.
Miraba las estatuas de Jesús; eran como rocas sin vida. Y cuando me decían que Dios es parte de una trinidad, me confundía aún más pero no podía discutir. Más o menos lo creía, porque debía respetar la fe de mis padres.
Con el tiempo comencé a alejarme de esa crianza religiosa. Comencé a hacer música. Quería ser una gran estrella. Todo eso que veía en las películas y en los medios de comunicación se apoderó de mí, y pensé que eso era mi Dios, la meta de ganar dinero. Un tío mío tenía un auto muy lujoso. Dije: “Bueno, él lo hizo bien. Tiene mucho dinero”. Las personas que me rodeaban me incentivaron a pensar que así era; este mundo era su Dios.
Decidí entonces que esa era la vida que quería para mí; ganar mucho dinero, tener una ‘gran vida’. Mis ejemplos eran ahora las estrellas pop. Comencé a hacer canciones, pero en el fondo sentía algo por la humanidad, sentía que si me hacía rico ayudaría a los necesitados. (En el Corán dice que nos hacemos esa promesa, pero que cuando hacemos riqueza, nos aferramos a ella y nos volvemos avaros).
Sucedió que me hice muy famoso. Aún era adolescente, pero mi nombre y mi foto estaban en todos los medios de comunicación. Me hicieron muy grande, por lo que quise tener una vida igual de grande, y la única manera de lograrlo era drogándome.
Después de un año de éxito económico y ‘alto’ nivel de vida, me enfermé seriamente, contraje Tuberculosis y tuve que ser hospitalizado. Fue entonces cuando comencé a pensar: ¿Qué me iba a pasar? ¿Era solo un cuerpo y mi meta en la vida era simplemente satisfacer ese cuerpo? Me di cuenta de que esta calamidad era ahora una bendición que Dios me había dado, una oportunidad de abrir los ojos – “¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué estoy en una cama?” – y comencé a buscar algunas de las respuestas. En esos días, había un gran interés en el misticismo oriental. Comencé a leer, y lo primero que comencé a notar fue el concepto de la muerte y que el alma sigue su curso: No se detiene. Sentía que estaba tomando el camino del goce y los altos logros. Comencé a meditar y me hice vegetariano. Ahora creía en ‘la paz y el poder de las flores’, y esa era la tendencia general. Pero lo que creía son certeza era que no era solamente un cuerpo. Esta idea me sobrevino mientras me encontraba en el hospital.
Un día cuando caminaba, y la lluvia me tomó por sorpresa, comencé a correr hasta un refugio y me dije: ‘Un momento, mi cuerpo se moja, mi cuerpo me dice que me estoy mojando’. Esto me hizo pensar en el dicho de que el cuerpo es como un burro, y hay que entrenarlo para que vaya a donde tiene que ir. De lo contrario, el burro irá a donde él quiere ir.
Me di cuenta entonces que tenía un deseo, un don divino: Seguir la voluntad de Dios. Estaba fascinado por esta nueva terminología que aprendía en la religión oriental. En ese entonces, me había cansado del Cristianismo. Comencé a hacer música nuevamente, y esta vez reflejé en ella mis propias ideas. Recuerdo la letra de una de mis canciones. Decía algo como: “Ojalá hubiera sabido, ojalá hubiera sabido lo que hace el Paraíso, lo que hace el Paraíso. ¿Te llego a conocer en mi cama o en alguna celda polvorienta mientras otros llegan al gran hotel?” y supe que estaba en el Camino.
También escribí otra canción: “El Camino para encontrar a Dios”. Me volví aún más famoso en el mundo de la música. En realidad, la pasé bastante difícil porque era cada vez más rico y famoso, y al mismo tiempo, buscaba con sinceridad la Verdad. Luego llegué a un escenario en el que decidí que el Budismo era correcto y noble, pero no estaba listo para abandonar completamente este mundo. Me apegué demasiado a las cosas materiales y no estaba preparado para convertirme en monje y aislarme del resto de la sociedad.
Probé el Zen y el I-Ching, la numerología, las cartas del Tarot y la astrología. Intenté volver a la Biblia pero no encontré nada allí. Por aquel entonces no sabía nada del Islam, y entonces, sucedió lo que yo considero un milagro.
Mi hermano había visitado la mezquita de Jerusalén y quedó muy impresionado con la idea de que por un lado estaba llena de vida (a diferencia de las iglesias y sinagogas, que estaban vacías), y por otro lado, reinaba allí un ambiente de paz y tranquilidad.
Cuando mi hermano volvió a Londres, trajo consigo una traducción del Corán, la cual me regaló. Él no se había convertido al Islam, pero percibió algo especial en esa religión, y pensó que yo también encontraría algo en ella.
Cuando recibí el libro, encontré una orientación que me explicaría todo – quién era yo; cuál era el objetivo de esta vida; cuál era la realidad y cuál sería la realidad; y de dónde provenía – me di cuenta de que esa era la verdadera religión; no la religión en el sentido en el que la entiende en Occidente, no la religión que solo sirve para cuando uno es anciano. En Occidente, quien desea adoptar una religión y convertirla en su forma de vida es considerado un fanático. Yo no era un fanático; al principio estaba confundido entre el cuerpo y el alma. Luego me di cuenta de que el cuerpo y el alma no están separados y que no hace falta recluirse en las montañas para ser religioso. Debemos seguir la voluntad de Dios. Luego podemos superar incluso a los ángeles. Lo primero que quise hacer en ese momento fue ser musulmán.
Me di cuenta de que todo le pertenece a Dios, que Él todo lo creó y que el cansancio no se apodera de Él. Entonces comencé a perder la vanidad, porque hasta ese momento creía que la razón por la que estaba donde estaba era por mi propia grandeza. Pero me di cuenta de que no me había creado a mí mismo, y que el único fin de mi presencia aquí era transmitir las enseñanzas que habían sido perfeccionadas por la religión que conocemos como El Islam. En ese momento, comencé a descubrir mi fe. Me sentía musulmán. Al leer el Corán, me di cuenta de que todos los Profetas enviados por Dios trajeron el mismo mensaje de monoteísmo. ¿Por qué entonces los judíos y los cristianos eran diferentes? Ahora sé que los judíos no aceptaron a Jesús como el Mesías y que tergiversaron sus libros sagrados. Incluso los cristianos alteran la Palabra de Dios y llaman a Jesús hijo de Dios. Todo comenzó a tener más sentido. Esa es la belleza del Corán; te invita a que reflexiones con la razón, a no adorar al sol o a la luna sino a Quien los ha creado. El Corán le pide al hombre que reflexione en el sol y la luna y en la creación en general. ¿Te das cuenta de lo diferente que es el sol de la luna? Están a distintas distancias de la Tierra, pero nos parecen del mismo tamaño; en ocasiones, uno parece superponerse sobre el otro.
Incluso cuando algunos astronautas van al espacio, ven el tamaño insignificante de la Tierra y la grandeza del espacio se vuelven creyentes, porque han visto una de las Señales de Dios.
Cuando leí más el Corán, hablaba de la oración, la bondad y la caridad. Aún no era musulmán, pero sentía que la única respuesta para mí era el Corán, y Dios me lo había enviado, y en un principio lo mantuve en secreto. Pero el Corán también habla en distintos niveles. Comencé a entenderlo en otro nivel, donde el Corán dice: “Ciertamente los creyentes son todos hermanos entre sí”. Por lo tanto, en ese momento quise conocer a mis hermanos musulmanes.
Luego decidí viajar a Jerusalén (como lo había hecho mi hermano). En Jerusalén, fui a una mezquita y me senté. Un hombre me preguntó qué quería. Le dije que era musulmán. Me preguntó mi apellido. Le dije “Stevens”. Quedó confundido. Luego me sumé a la oración, pero sin mucho éxito. De regreso en Londres, conocí a una hermana llamada Nafisa. Le dije que quería adoptar el Islam, y me indicó que fuera a la Mezquita New Regent. Esto fue en 1977, aproximadamente un año y medio después de haber recibido El Corán. Me había dado cuenta de que tenía que librarme de mi vanidad, librarme de Satán, y tomar un rumbo. Por eso un viernes, luego de la oración en congregación, fui donde el Imán (el que dirige la oración) y pronuncié mi testimonio de fe islámico (Shahaadah). Había alcanzado la fama y la fortuna. Pero la orientación era algo que me evadía, sin importar cuánto lo intentara, hasta que me mostraron el Corán. Ahora me daba cuenta de que podía ponerme en contacto directo con Dios, a diferencia del Cristianismo o cualquier otra religión. Como me dijo una vez una mujer hindú: “Ustedes no entienden a los hindúes. Nosotros creemos en un solo Dios; utilizamos estos objetos (ídolos) sólo para concentrarnos”. Lo que ella decía era que para llegar a Dios, uno debe tener asociados intermediarios, ídolos que cumplen ese fin. Pero el Islam elimina todas esas barreras. Lo único que separa a los creyentes de los incrédulos es la oración. Ese es el proceso de purificación.
Por último, quiero decir que todo lo que hago es para complacer a Dios y pido a Dios que ustedes obtengan al menos algo de inspiración de mis experiencias. Aún más, me gustaría destacar que no me contacté con ningún musulmán antes de adoptar el Islam. Leí primero el Corán y luego me di cuenta de que ninguna persona es perfecta. El Islam es perfecto, y si imitamos la conducta del Profeta, tendremos éxito en esta vida y en el más allá.
Que Dios nos oriente a seguir el camino del pueblo de Muhammad, la paz y la bendición de Dios sean con él. ¡Amín!
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